jueves, 31 de julio de 2014

El Presidente del Gobierno en: ¡Pues sí que es voluble el electorado, cojones!

Imaginativa reproducción de la criatura mitológica conocida como "Politicus Honradus".
-Oiga. eso es un dodo.
-No me caliente el tarro, joven.

1. INT. DESPACHO DEL PRESIDENTE DEL GOBIERNO. DÍA.
El PRESIDENTE está en su mesa leyendo el Marca del día anterior, visiblemente aburrido. Ya ha firmado todo lo que tenía que firmar, pero le da vergüenza que lo vean marcharse a casa a las cuatro y media de la tarde. La puerta se abre como una exhalación y aparece CEFERINO, jefe de su nutrido gabinete de asesores.

CEFERINO: ¡Señor Presidente!
PRESIDENTE: ¡Coño, Ceferino, qué susto me has dado!
CEFERINO: Señor Presidente, después de comer he estado un rato en el sofá viendo el canal National Geographic...
PRESIDENTE: Ah, menos mal. Qué injusto he sido al pensar que estabas tocándote los huevos.
CEFERINO: ...y he visto que el índice de popularidad de Ronald Reagan creció ostensiblemente después de su intento de asesinato en mil novecientos ochenta y uno.
PRESIDENTE: Bueno, no sería solo por eso. Seguro que también se debía a su política visionaria, tan parecida a la mía...
CEFERINO: Eso yo no los sé. El caso es que el día después de que le calzaran una bala la gente lo quería un montón.
PRESIDENTE: ¿A dónde quieres llegar, Ceferino?
CEFERINO: Que digo yo que si no había pensado en dejarse disparar. Haría mucho por su imagen.
PRESIDENTE: Sobre todo si me dan en la jeta, no te jode.
CEFERINO: No, hombre, pero cómo se le ocurre. Le diremos al terrorista que apunte a otro sitio que no salga en los carteles de propaganda. La estética tiene una influencia decisiva en la intención de voto; una reciente encuesta ha demostrado que el ciudadano medio jamás depositaría su confianza en un candidato con una sola oreja, aunque tenga un programa electoral de puta madre.
PRESIDENTE: ¿Has dicho “terrorista”? ¿En serio estás sugiriendo que contratemos a un terrorista? Claro, cómo no. Eso es precisamente lo que le hace falta a esta administración; otro inútil chupando del bote público.
CEFERINO: No haría falta destinar una gran partida presupuestaria. Yo creo que con un millón va que arde.
PRESIDENTE: ¡Coño, pues sí que se ha puesto caro el terrorismo! ¿Dónde han quedado los tiempos en que delataban a uno de los suyos a cambio de pagarle un chapero?
CEFERINO: No me refiero a un terrorista de los nuestros. Estaba pensado en un mercenario internacional.
PRESIDENTE: ¿Y darle trabajo a un extranjero? ¿Me estás diciendo que este país no produce criminales de calidad, Ceferino?
CEFERINO: No como el que tengo en mente. Ha sido nombrado Mejor Francotirador del Año dos veces consecutivas por El Magazine del Rifle.
PRESIDENTE: ¿Te lo estás inventando?
CEFERINO: Créame, señor Presidente; es muy bueno en lo suyo, y tiene una larga experiencia. Ha participado en tres guerras que hemos apoyado en secreto y en otras tres que hemos condenado públicamente.
PRESIDENTE: No recuerdo haber opinado sobre seis guerras durante mi mandato.
CEFERINO: Eeeeeh, bueno, no. Son las mismas. Solo pretendía engordar un poco el currículum de nuestro hombre.
PRESIDENTE: Ceferino, a mí no intentes venderme la moto, que no soy uno de mis electores.
CEFERINO: En realidad sí lo es. ¿O acaso vota usted a la oposición?
PRESIDENTE: Las guasitas te las metes por el culo. ¿Crees que no sé que algunos van diciendo por los pasillos que me equivoqué de papeleta en las últimas elecciones?
CEFERINO: Nadie del partido cree que sea cierto, señor.
PRESIDENTE: Sí, ya, los cojones.
CEFERINO: ¿Qué me dice, presidente? ¿Se lo va a pensar?
PRESIDENTE: No me presiones.  (Se pasa la mano por la cara). Tú y tus ideas… ¿De verdad crees que servirá para algo?
CEFERINO: Créame, señor; funcionará. Al votante medio le gusta más un mártir que a un tonto un picaporte.
PRESIDENTE: Joder, para lo que he quedado… Votos por pena… Apúntatelo por ahí, Ceferino; ese va a ser el eslogan de nuestra próxima campaña.
CEFERINO: Señor, según las últimas encuestas, su popularidad está cayendo en picado…
PRESIDENTE: ¡Encuestas, encuestas! ¿Quién es el cabrón que encarga esas encuestas? ¿Y a quién coño le preguntan?
CEFERINO: ¿Accede o no accede?
PRESIDENTE (derrotado): Accedo, accedo… ¿Y qué parte de mi anatomía has pensado que podría ser un buen blanco? Que no sea una pierna, por favor, que la rampa del Congreso todavía está en obras.
CEFERINO: ¿Le parece bien un hombro?
PRESIDENTE: Si puedo elegir, que sea el izquierdo. A ver si ahora voy a estar dos meses sin poder pelarme un mango.
ASESOR: ¿Lo llaman así ahora? ¿"Pelarse el mango"?
PRESIDENTE: Ceferino, Ceferino...
ASESOR: Entonces, todo arreglado.
PRESIDENTE: Ceferino, ¿crees que podemos aplazar lo del atentado hasta después de las vacaciones?
ASESOR: Eso está hecho, señor.

2. INT. DESPACHO DEL PRESIDENTE DEL GOBIERNO. DÍA
El Presidente tiene un montón de periódicos desordenados encima de la mesa. Se encuentra ojeando uno, con el rostro desencajado.

PRESIDENTE: ¡Me cago en mi puta calavera!
(Entra Ceferino, en estado de shock)
CEFERINO: ¿P-presidente?
PRESIDENTE: Ah, Ceferino, qué agradable, sorpresa. Por favor, toma asiento… ¡¡Soplapollas!!
CEFERINO: Parece que las cosas no han salido como esperábamos, señor…
PRESIDENTE: ¿Por qué lo dices? ¡¿Quizá porque, en vez de a mí, el subnormal de ese mercenario tuyo con tan buena puntería le ha pegado un tiro al líder de la oposición?! ¡¿Lo dices por eso?!
CEFERINO: Señor…
PRESIDENTE: Todos los medios de comunicación están poniendo por las nubes a ese hijoputa. ¡Incluso los que nos chupan la polla a diario lo están tratando de “lúcido hombre de estado” y de “político visionario”! ¡Mira qué adjetivos, Ceferino! ¡Los mismos que yo quería que grabaran en mi lápida! Y no te pierdas esto: el gacetillero que hoy se atreve a destacar su “gran labor al frente de la oposición” es el mismo que ayer le llamaba “corto de miras” y “patizambo”. Y mira, mira la foto que han puesto aquí a doble página… Ahí, tumbado en el suelo, tapándose el agujero con la mano… El ángulo hasta le hace parecer un puto héroe de guerra. Y yo al lado, mirándolo con una cara que… que… ¡que tengo pinta de capullo, cojones! ¡La madre que me parió!
CEFERINO: Admito que no es el mejor de los escenarios posibles…
PRESIDENTE: Es una cagada sin paliativos, Ceferino (Se pasa las manos por la cara). Bueno, ya seguiré vomitando bilis sobre ti y toda tu estirpe más tarde, que ahora tengo que ir al hospital a hacerle una visita. ¿Has avisado a los periodistas para que estén allí cuando yo llegue?

3. INT. HABITACIÓN DE HOSPITAL PÚBLICO. DÍA.
El LÍDER de la oposición está solo, tumbado en cama con el brazo izquierdo en cabestrillo. Sonríe de oreja a oreja mientras repasa uno de los periódicos que tiene amontonados encima de la cama. El Presidente entra a la habitación.

LÍDER: ¡Hombre! ¿Pero a qué viene esa cara de vinagre, si el damnificado soy yo?
PRESIDENTE: No me hables, que me has jodido pero bien. ¿Cómo te encuentras?
LÍDER: Aaah, bueno, no me quejo. ¿Has visto las noticias?
PRESIDENTE: Vete a la mierda.
LÍDER: ¿De verdad creías que te iba a salir bien?
PRESIDENTE: ¿Qué?
LÍDER: Lo de dejarte disparar.
PRESIDENTE: ¡¿De qué cojones estás hablando?! Ah, olvídalo. No estoy de humor para hacerme el sueco. ¿Cómo te has enterado?
LÍDER: Nos lo contó nuestro topo.
PRESIDENTE: ¿Cuando dices “nuestro”, a cuál te refieres? ¿Al que tenemos infiltrado en vuestra sede, o al que tenéis infiltrado en la nuestra?
LÍDER: Al que tenemos en la vuestra.
PRESIDENTE: Será mamón. Y yo que creía que lo habíamos comprado… ¿Y por qué nuestro topo no nos contó que lo sabíais?
LÍDER: Le dimos vacaciones.
PRESIDENTE: Pues ya lleva dos meses, el cabrón, que el mes pasado se las dimos nosotros.
LÍDER: Mira, cuando me ponga bien, a lo mejor tendríamos que reunirnos para regularizar todo este asunto de los topos.
PRESIDENTE: Sí, sí… Oye, ¿le hicisteis una contraoferta a nuestro francotirador, o qué?
LÍDER: Se la doblamos.
PRESIDENTE: ¡¿Le pagasteis dos millones?! ¡¿De dónde habéis sacado vosotros tanta pasta?! ¡Si sois de izquierdas!
LÍDER: Ah, no fue nada. Desviamos una partida destinada a cursos de formación y…
PRESIDENTE: Cabrones.
LÍDER: Habló el gran estratega.
PRESIDENTE: Esta vez te has salido con la tuya, pero la próxima…
LÍDER: ¿La próxima, qué? ¿Cómo vas a mejorar esto?
PRESIDENTE: Pues mira, estoy pensando en dejarme secuestrar.
LÍDER: ¿Perdona?
PRESIDENTE: No ahora; cuando toda esta mierda de tu intento de asesinato se haya olvidado un poco, naturalmente. Te lo cuento  porque, bueno, no creo que seas tan imbécil como para robarme el plan. ¿Primero te disparan y luego te secuestran? Eso no se lo va a creer nadie.
LÍDER: Bastardo.
PRESIDENTE: Ah, se siente. Ahora a lo mejor ganáis las elecciones, pero ya nos tocará otra vez luego. Pero, bueno, a ti qué te voy a contar, si ya sabes cómo va esto.

sábado, 19 de julio de 2014

Un día cualquiera en el Otro Barrio

El pase de prensa

-Valiente pérdida de tiempo –dijo el respetado crítico de cine nada más salir de la sala de proyección-. Es la mayor basura que he visto en años. Qué digo; es la peor película que he visto jamás. Pedante, pretenciosa, vacua, innecesariamente larga, carente de emoción, con unas escenas eróticas de vergüenza ajena, y, para colmo de males, protagonizada por un tipo absolutamente desprovisto de carisma… ¿Qué demonios ha querido decir su autor con este bodrio?
-Probablemente nada –contestó la Muerte, que había acompañado a regañadientes al pobre tipo a ver la película de su vida.

Falsas expectativas

-La vida es una mierda –dijo el suicida a modo de justificación-. Por eso me la quité.
-Eh, bueno –respondió Satanás apartando la vista, un tanto abochornado-. No sé lo que le han contado, pero me temo que esto no es mucho mejor.

Caronte, barquero del río Aqueronte, en: Otra jornada en la oficina



La sesión de espiritismo

Después de una tensa espera, Manolo habló a su mujer a través de la médium.
-Coño, Reme, ¿qué quieres, que eres más pesada que una vaca en brazos?
-Manolo, ¿eres tú? –preguntó Reme, casi sin aliento.
-No, soy Jim Morrison, no te jode. This is the end...
-¿Cómo es el más allá, Manolo?
-¿Qué dices? No te recibo bien aquí. Es que estoy de camping con unos amigos, ¿sabes?
-Vaya. Cuando estabas vivo no me llevabas a ningún lado.
-No te entretengas, Reme, que seguro que la tiparraca esta cobra por horas.
-Mira, necesito que me digas la contraseña del ordenador. Es que están ahí las fotos de la comunión de la niña de mi prima Paqui, y quiere que se las pase.
-El coño de tu hermana.
-Espera que me la apunte. El-coño-de…

miércoles, 9 de julio de 2014

La notificación que vino del más allá


EXT. MANSIÓN QUE DA ASCO VERLA DE LO DECRÉPITA QUE ESTÁ. DÍA.
La fachada de una mansión que recibió su última mano de Titanlux hace por lo menos siglo y medio. Un DIABLO con poca pinta de diablo y mucha de notario bajito, con traje, bombín y maletín en la mano derecha, pega a la puerta con la mano izquierda, con la que además sujeta una serie de papeles, discreta proeza malabar a la que, acertadamente, no parece concederle ninguna importancia. A los pocos segundos sale a abrir un FANTASMA de avanzada edad en camisón y gorro de dormir con borla en la punta.

DIABLO: Buenos días. ¿El Vizconde de Penegord?
FANTASMA: Así me conocían en vida. ¿Y usted es…?
DIABLO: Mi nombre es Eugenio Astaroth, de las huestes infernales.
FANTASMA: ¿Es usted un demonio? Quién lo hubiera dicho, con la pinta de… de…
DIABLO: Sí, me lo dicen muchas veces.
FANTASMA: …de soplapollas que tiene.
DIABLO: ¡Pero, oiga! ¡Cómo se le ocurre tamaña descalificación!
FANTASMA: Me va usted a disculpar, pero no se ajusta usted a la idea que tenía yo de un siervo de Satanás.
DIABLO: Mire, que sea un demonio no significa necesariamente que tenga que ir por ahí despeinado, sacudiendo un tridente de manera burlona y arrastrando el pene por el suelo.
FANTASMA (mirando al diablo de arriba abajo): ¿Usted, arrastrando el pene por el suelo? Ya le gustaría.
DIABLO: ¿No me cree? Pues tendrá que confiar en mi palabra, porque no pienso sacarme la chorra aquí en medio. Sepa usted que ser expulsado del Cielo también tuvo sus ventajas. Antes éramos asexuales, ¿lo sabía usted? Pero fue caer al Infierno y bam, allí que nos creció un miembro viril de proporciones gargantuescas.
FANTASMA: No sé qué puede tener de bueno ir todo el día barriendo el suelo con la minga.
DIABLO: Hombre, al principio tenía más inconvenientes que ventajas, para qué le voy a mentir. Solíamos tropezar un día sí y otro también, con las nuestras propias y con las de los demás. Cuando íbamos en autobús estábamos todo el rato, “Me está usted pisando la picha”, “No sabe cuánto lo siento” y tal. Y, bueno, la verdad es que tampoco era muy higiénico. Acumulábamos mucha porquería bajo el prepucio. Arena, gravilla, chicles, estiércol del Cancerbero, chapas de coca-cola… Esas a veces estaban bien. No es que resultara placentero que una chapa con la parte dentada para arriba te partiera el frenillo, pero a veces traía premio. Yo tuve suerte; me tuvieron que echar puntos en el glande, pero me canjearon la chapa por un llavero. Las pasamos canutas hasta que Lucifer inventó los pantalones. Desde entonces, la metemos en una tinaja con hielo con mucha menos frecuencia.
FANTASMA: Y, oiga, ¿ha subido del Infierno solo para presumir de cipote ante un alma en pena?
DIABLO: No, naturalmente que no. (Alcanzándole al fantasma los papeles que lleva en la mano). Vengo a entregarle esta notificación donde se le comunica el cese de su actividad sobrenatural.
FANTASMA (ojeando los papeles, sin comprender): ¿Que qué?
DIABLO: Mire, este caserón lleva cien años deshabitado, y según la Ordenanza General de Inmuebles Encantados, artículo vigésimo cuarto, cualquier propiedad encantada, embrujada o poseída desprovista durante un siglo de seres humanos vivos a los que asustar, enloquecer o hacer salir por patas, será automáticamente desalojada por el fantasma residente encargado de ejercer la actividad sobrenatural en cuestión.
FANTASMA: ¿Qué quiere decir eso? ¿Que me desahucian?
DIABLO (alarmado): ¡Chst! Baje la voz. No, eh, esto no es un desahucio. Es un cese definitivo de sus actuales funciones. Una jubilación, si lo prefiere. (Mirando a su alrededor, inquieto) Nosotros no desahuciamos a nadie. Eso es trabajo para un exorcista.
FANTASMA (pasando las hojas rápidamente, perplejo): Un momento, amigo; yo no recuerdo haber firmado nada de esto.
DIABLO: Créame que lo hizo. Estaba usted bajo los efectos de una gran conmoción. Se acababa de colgar de la barandilla de la escalera, ¿recuerda? Andaba usted un tanto desorientado al principio, pero firmó el contrato en seguida. “Cualquier cosa por librarme del Castigo Divino”, dijo mientras consignaba su rúbrica.
FANTASMA: Sí, vale, vale, es posible; hace mucho tiempo de eso. Pero, mire, creo que ha habido un error. La casa no está deshabitada, ¿sabe?
DIABLO (confuso): Nosotros no tenemos constancia de que haya nadie viviendo aquí.
FANTASMA: Bueno, vivir, vivir, lo que se dice “hacer vida”,  pues no hace. Es un pordiosero que por las noches viene a dormir.
DIABLO (molesto): Querrá decir un sin techo.
FANTASMA: Vaya, disculpe si mi denominación le ha resultado ofensiva. Fallecí en el siglo diecinueve, ¿sabe?
DIABLO: Cuando, como todo el mundo sabe, las palabras “minga” y “cipote” estaban a la orden del día.
FANTASMA: Se está desviando del tema.
DIABLO: Sí, bueno; el caso es que no sé si esa situación está contemplada por la ley. Quiero decir, ese… sin techo… no se puede considerar un inquilino fijo, ¿no?
FANTASMA: Hombre, fijo… No es que esté todo el santo día aquí metido. Digo yo que el hombre tendrá que salir a mendigar, como todo hijo de vecino.
DIABLO: Ya. ¿Y vuelve todas las noches?
FANTASMA: Casi todas. Aparece apestando a tintorro barato cosa fina y duerme de un tirón hasta mediodía.
DIABLO: ¿Y ha cumplido usted sus funciones con diligencia? Quiero decir, ¿ha intentado asustarlo?
FANTASMA: ¿Ha intentado usted alguna vez asustar a un borracho?
DIABLO: ¿Complicado?
FANTASMA: Imposible. He arrastrado muebles, he proferido aullidos desgarradores, le he tirado de la pernera del pantalón… Todo sin resultado. Es más; una vez me asustó él a mí. Estaba tan tranquilo y de repente se puso a delirar. No se imagina las necedades que soltaba por esa boca. Empezó a gritar “¡Hijoputa, te voy a arrancar la cabeza!”, mirando hacia mi dirección. Como si me estuviera viendo, ¿entiende? Me quedé blanco.
DIABLO: Se dará cuenta de que eso no dice gran cosa de su labor profesional.
FANTASMA: ¿Qué quiere que le cuente? Yo nunca dije que se me diera bien esto de hacer el mal. Cuando estaba vivo poseía una plantación de chirimoyas. ¿Qué podía saber yo de actividades sobrenaturales? Deberían ustedes haberme dado un cursillo o algo.
DIABLO: Sí, sí, ya, y… ¿se encuentra el mentado caballero ahora mismo en casa?
FANTASMA: Sí, todavía no ha salido a trabajar. Está abajo, en el sótano. Que no sé cómo puede dormir tranquilo ahí; a mí ese sitio me da escalofríos.
DIABLO: ¿Puedo entrar a echarle un vistazo?
FANTASMA: Claro, está usted en su casa. Examine lo que quiera.
(Se produce un terrible estruendo en el interior de la mansión).
DIABLO (sobresaltado): ¡¿Qué ha sido eso?!
FANTASMA (sin inmutarse): Ah, se habrá derrumbado alguna parte de la casa. Está en un estado lamentable, ¿sabe? El Ayuntamiento quería tirarla abajo para construir un polideportivo o alguna tontería por el estilo, pero al concejal de urbanismo y obras públicas se le cayó encima una cornisa cuando estaba inspeccionando el terreno y ahora el proyecto está en estanbai, que no tengo ni puñetera idea de lo quiere decir.
(Aparece en el quicio de la puerta un MENDIGO que da la impresión de haber aprovechado a fondo un bono de diez sesiones de roñaterapia).
MENDIGO (perplejo): ¿Qué pasa aquí? ¿Quiénes son ustedes?
FANTASMA: Yo soy el espíritu del Vizconde de Penegord y este señor es Eugenio Astaroth, demonio del Infierno.
MENDIGO: Serafín Trinquete, encantado. ¿Sería tan amable alguno de ustedes de decirme qué pinto yo aquí?
FANTASMA: Según todos los indicios, y a riesgo de sacar conclusiones precipitadas, mucho me temo que el techo del sótano se le ha venido encima.
MENDIGO: Oiga, amigo, ¿qué quiere decir con eso? ¿Que he muerto y ahora soy un ente incorpóreo?
FANTASMA: Hombre, si no, iba usted a estar hablando con un fantasma y un demonio por los cojones.
DIABLO: Es un alivio, la verdad.
MENDIGO (al demonio): Oiga, su madre bien, ¿no?
DIABLO: No me ha entendido. Lamento mucho su situación personal, pero lo cierto es que este nuevo giro de los acontecimientos simplifica mucho las cosas.
MENDIGO: Hable por usted. A mí morirme hoy me viene como el culo. Esta tarde había quedado con una chavala, ¿sabe? No es que sea un bellezón, pero al menos conserva más dientes que todas las mujeres con las que he salido en los últimos tres años juntas. ¿De qué se sorprenden? Un hombre en mi posición no puede aspirar a mucho más. ¿Acaso creen que sujetarme los pantalones con una cuerda de tender la ropa es una excentricidad mía?
DIABLO: No le estamos juzgando.
MENDIGO: Oiga, amigo, usted parece un tipo influyente. ¿Con quién hay que hablar para retrasar el momento de mi partida? Entiéndame, no soy un iluso; sé que una edad avanzada no es la causa de defunción más común entre los de mi gremio, pero ¿cómo podía saber yo que iba a morir de una manera tan miserable?
FANTASMA: Quizá el cordón policial y el cartel “Cuidado. Peligro de derrumbe” deberían haberle servido de indicativo.
MENDIGO: Mire, quizá no sea mi cualidad personal más admirable, pero soy un alcohólico; tal vez haya oído usted hablar alguna vez de nuestra comunidad. Entre nuestras particularidades más destacadas se encuentra la tendencia a infravalorar las situaciones de riesgo.
FANTASMA: Oiga, amigo, ya está hecho, ¿verdad? ¿Por qué no piensa en positivo? Alégrese de que no haya sido peor; un hombre como usted podría haber muerto en llamas.
MENDIGO: ¿Ha terminado ya de pisotear mi dignidad?
DIABLO: ¡Ejem! Escuche, caballero, el proceso es irreversible.
MENDIGO: La madre que me parió. Quién me mandaría a mí mudarme a esta mierda de caserón. Si ya me lo decía mi hermano: “Vaya, ahora al señorito no le basta con estrenar una caja de cartón nueva todas las noches”. ¡Mierda! Y pensar que ahora el cabrón estará durmiendo tan tranquilo debajo de una barca en la playa… Aah, lo tengo bien merecido. Siempre me han considerado el pijo de la familia, ¿saben?
FANTASMA: ¿Quiere dejar de quejarse de una puñetera vez? No es el único que lo está pasando mal. A mí pretenden echarme de aquí y mandarme… (al DIABLO) ¿A dónde se supone que tengo que ir ahora?
DIABLO: De momento, a seguir cumpliendo su condena en el Infierno. Pero podemos trasladarle al Purgatorio por buena conducta en un par de siglos.
FANTASMA: El Infierno, el Purgatorio… ¿Cuál es la diferencia?
DIABLO: Para empezar, en el Purgatorio no le verterán plomo fundido por el ojete a las tres de la tarde.
FANTASMA: ¡¿A las tres de la tarde?! ¡¿Qué mierda de hora es esa para derramar plomo fundido por el ojete de nadie?!
DIABLO: Mire, los demonios no estamos para hacer más placentera la estancia de sus inquilinos en el Infierno; seguro que lo entiende.
MENDIGO: ¿Y yo qué tengo que hacer? Bien sabe Dios que no he sido una criatura ejemplar, pero si pudiera evitarme un mal trago… Soy muy quisquilloso con todo lo que se refiere a mi conducto anal, ¿sabe?
DIABLO: Eeeh, bueno, en realidad su situación no es asunto mío, pero ha muerto de una manera violenta, y supongo que tendrá que esperarse por aquí un rato hasta que llegue un agente de las huestes celestiales, que acto seguido lo acompañará a Tribunal Superior de Justicia Divina.
MENDIGO: ¡Pero, hombre, deme un respiro! ¡Que acabo de morir de una forma horrorosa y ahora va y me dice que me tienen que llevar a no sé qué juzgado!
DIABLO: Como ya le he dicho, ese no es mi problema, señor mío.
(Baja volando del cielo un ÁNGEL que aterriza junto al DIABLO con singular donaire).
ÁNGEL (consultando unos papeles): Buenos días. ¿Quién de ustedes es Serafín Trinquete Rebolledo?
MENDIGO: Un momento, que voy a avisarlo. (Se da la vuelta hacia el interior de la mansión). ¡Serafiiiiiiiín! ¡Preguntan por ti! (Se vuelve hacia el ÁNGEL) No se impaciente, que en seguida sale. (Se vuelve hacia el interior de la casa) ¡Serafín, coño, que un tipo con alas te anda buscando!
ÁNGEL: ¿Es usted Serafín Trinquete Rebolledo?
MENDIGO: Eeeh, sí, sí. Lo que queda de él.
ÁNGEL: ¿Y acaba de morir de una manera trágica y repentina?
MÉNDIGO: Sí, ha sido muy trágico y repentino todo. Todavía estoy de los nervios. No tendrá usted a mano un ansiolítico, por casualidad.
ÁNGEL: Soy un ángel. Mi sola presencia debería bastar para tranquilizarlo.
MÉNDIGO: Oiga, amigo; no lo he visto a usted en mi vida. ¿Quién me dice que no va a intentar violarme de camino al Cielo o a donde cojones me lleve?
DIABLO: Oh, no se preocupe por eso; es asexual.
ÁNGEL (fulminando al DIABLO con la mirada): ¡¿Y eso a él qué coño le importa?!
MENDIGO: Pues, mire, da la casualidad de que me interesa muchísimo.
ÁNGEL: Mire, no tengo todo el día, ¿sabe?
(Aparece un intertítulo en blanco sobre fondo negro con el lema “Dos horas después”, mientras suena una musiquilla de ascensor tipo bossa nova: Pi-piribi-pipi… o así. Volvemos al exterior de la mansión, donde a los cuatro actantes anteriores se les ha sumado DIOS, un tipo con túnica y larga barba blanca).
DIOS (a nadie en particular): Total, que le dije: “Adán, macho, la has cagado”…