miércoles, 9 de julio de 2014

La notificación que vino del más allá


EXT. MANSIÓN QUE DA ASCO VERLA DE LO DECRÉPITA QUE ESTÁ. DÍA.
La fachada de una mansión que recibió su última mano de Titanlux hace por lo menos siglo y medio. Un DIABLO con poca pinta de diablo y mucha de notario bajito, con traje, bombín y maletín en la mano derecha, pega a la puerta con la mano izquierda, con la que además sujeta una serie de papeles, discreta proeza malabar a la que, acertadamente, no parece concederle ninguna importancia. A los pocos segundos sale a abrir un FANTASMA de avanzada edad en camisón y gorro de dormir con borla en la punta.

DIABLO: Buenos días. ¿El Vizconde de Penegord?
FANTASMA: Así me conocían en vida. ¿Y usted es…?
DIABLO: Mi nombre es Eugenio Astaroth, de las huestes infernales.
FANTASMA: ¿Es usted un demonio? Quién lo hubiera dicho, con la pinta de… de…
DIABLO: Sí, me lo dicen muchas veces.
FANTASMA: …de soplapollas que tiene.
DIABLO: ¡Pero, oiga! ¡Cómo se le ocurre tamaña descalificación!
FANTASMA: Me va usted a disculpar, pero no se ajusta usted a la idea que tenía yo de un siervo de Satanás.
DIABLO: Mire, que sea un demonio no significa necesariamente que tenga que ir por ahí despeinado, sacudiendo un tridente de manera burlona y arrastrando el pene por el suelo.
FANTASMA (mirando al diablo de arriba abajo): ¿Usted, arrastrando el pene por el suelo? Ya le gustaría.
DIABLO: ¿No me cree? Pues tendrá que confiar en mi palabra, porque no pienso sacarme la chorra aquí en medio. Sepa usted que ser expulsado del Cielo también tuvo sus ventajas. Antes éramos asexuales, ¿lo sabía usted? Pero fue caer al Infierno y bam, allí que nos creció un miembro viril de proporciones gargantuescas.
FANTASMA: No sé qué puede tener de bueno ir todo el día barriendo el suelo con la minga.
DIABLO: Hombre, al principio tenía más inconvenientes que ventajas, para qué le voy a mentir. Solíamos tropezar un día sí y otro también, con las nuestras propias y con las de los demás. Cuando íbamos en autobús estábamos todo el rato, “Me está usted pisando la picha”, “No sabe cuánto lo siento” y tal. Y, bueno, la verdad es que tampoco era muy higiénico. Acumulábamos mucha porquería bajo el prepucio. Arena, gravilla, chicles, estiércol del Cancerbero, chapas de coca-cola… Esas a veces estaban bien. No es que resultara placentero que una chapa con la parte dentada para arriba te partiera el frenillo, pero a veces traía premio. Yo tuve suerte; me tuvieron que echar puntos en el glande, pero me canjearon la chapa por un llavero. Las pasamos canutas hasta que Lucifer inventó los pantalones. Desde entonces, la metemos en una tinaja con hielo con mucha menos frecuencia.
FANTASMA: Y, oiga, ¿ha subido del Infierno solo para presumir de cipote ante un alma en pena?
DIABLO: No, naturalmente que no. (Alcanzándole al fantasma los papeles que lleva en la mano). Vengo a entregarle esta notificación donde se le comunica el cese de su actividad sobrenatural.
FANTASMA (ojeando los papeles, sin comprender): ¿Que qué?
DIABLO: Mire, este caserón lleva cien años deshabitado, y según la Ordenanza General de Inmuebles Encantados, artículo vigésimo cuarto, cualquier propiedad encantada, embrujada o poseída desprovista durante un siglo de seres humanos vivos a los que asustar, enloquecer o hacer salir por patas, será automáticamente desalojada por el fantasma residente encargado de ejercer la actividad sobrenatural en cuestión.
FANTASMA: ¿Qué quiere decir eso? ¿Que me desahucian?
DIABLO (alarmado): ¡Chst! Baje la voz. No, eh, esto no es un desahucio. Es un cese definitivo de sus actuales funciones. Una jubilación, si lo prefiere. (Mirando a su alrededor, inquieto) Nosotros no desahuciamos a nadie. Eso es trabajo para un exorcista.
FANTASMA (pasando las hojas rápidamente, perplejo): Un momento, amigo; yo no recuerdo haber firmado nada de esto.
DIABLO: Créame que lo hizo. Estaba usted bajo los efectos de una gran conmoción. Se acababa de colgar de la barandilla de la escalera, ¿recuerda? Andaba usted un tanto desorientado al principio, pero firmó el contrato en seguida. “Cualquier cosa por librarme del Castigo Divino”, dijo mientras consignaba su rúbrica.
FANTASMA: Sí, vale, vale, es posible; hace mucho tiempo de eso. Pero, mire, creo que ha habido un error. La casa no está deshabitada, ¿sabe?
DIABLO (confuso): Nosotros no tenemos constancia de que haya nadie viviendo aquí.
FANTASMA: Bueno, vivir, vivir, lo que se dice “hacer vida”,  pues no hace. Es un pordiosero que por las noches viene a dormir.
DIABLO (molesto): Querrá decir un sin techo.
FANTASMA: Vaya, disculpe si mi denominación le ha resultado ofensiva. Fallecí en el siglo diecinueve, ¿sabe?
DIABLO: Cuando, como todo el mundo sabe, las palabras “minga” y “cipote” estaban a la orden del día.
FANTASMA: Se está desviando del tema.
DIABLO: Sí, bueno; el caso es que no sé si esa situación está contemplada por la ley. Quiero decir, ese… sin techo… no se puede considerar un inquilino fijo, ¿no?
FANTASMA: Hombre, fijo… No es que esté todo el santo día aquí metido. Digo yo que el hombre tendrá que salir a mendigar, como todo hijo de vecino.
DIABLO: Ya. ¿Y vuelve todas las noches?
FANTASMA: Casi todas. Aparece apestando a tintorro barato cosa fina y duerme de un tirón hasta mediodía.
DIABLO: ¿Y ha cumplido usted sus funciones con diligencia? Quiero decir, ¿ha intentado asustarlo?
FANTASMA: ¿Ha intentado usted alguna vez asustar a un borracho?
DIABLO: ¿Complicado?
FANTASMA: Imposible. He arrastrado muebles, he proferido aullidos desgarradores, le he tirado de la pernera del pantalón… Todo sin resultado. Es más; una vez me asustó él a mí. Estaba tan tranquilo y de repente se puso a delirar. No se imagina las necedades que soltaba por esa boca. Empezó a gritar “¡Hijoputa, te voy a arrancar la cabeza!”, mirando hacia mi dirección. Como si me estuviera viendo, ¿entiende? Me quedé blanco.
DIABLO: Se dará cuenta de que eso no dice gran cosa de su labor profesional.
FANTASMA: ¿Qué quiere que le cuente? Yo nunca dije que se me diera bien esto de hacer el mal. Cuando estaba vivo poseía una plantación de chirimoyas. ¿Qué podía saber yo de actividades sobrenaturales? Deberían ustedes haberme dado un cursillo o algo.
DIABLO: Sí, sí, ya, y… ¿se encuentra el mentado caballero ahora mismo en casa?
FANTASMA: Sí, todavía no ha salido a trabajar. Está abajo, en el sótano. Que no sé cómo puede dormir tranquilo ahí; a mí ese sitio me da escalofríos.
DIABLO: ¿Puedo entrar a echarle un vistazo?
FANTASMA: Claro, está usted en su casa. Examine lo que quiera.
(Se produce un terrible estruendo en el interior de la mansión).
DIABLO (sobresaltado): ¡¿Qué ha sido eso?!
FANTASMA (sin inmutarse): Ah, se habrá derrumbado alguna parte de la casa. Está en un estado lamentable, ¿sabe? El Ayuntamiento quería tirarla abajo para construir un polideportivo o alguna tontería por el estilo, pero al concejal de urbanismo y obras públicas se le cayó encima una cornisa cuando estaba inspeccionando el terreno y ahora el proyecto está en estanbai, que no tengo ni puñetera idea de lo quiere decir.
(Aparece en el quicio de la puerta un MENDIGO que da la impresión de haber aprovechado a fondo un bono de diez sesiones de roñaterapia).
MENDIGO (perplejo): ¿Qué pasa aquí? ¿Quiénes son ustedes?
FANTASMA: Yo soy el espíritu del Vizconde de Penegord y este señor es Eugenio Astaroth, demonio del Infierno.
MENDIGO: Serafín Trinquete, encantado. ¿Sería tan amable alguno de ustedes de decirme qué pinto yo aquí?
FANTASMA: Según todos los indicios, y a riesgo de sacar conclusiones precipitadas, mucho me temo que el techo del sótano se le ha venido encima.
MENDIGO: Oiga, amigo, ¿qué quiere decir con eso? ¿Que he muerto y ahora soy un ente incorpóreo?
FANTASMA: Hombre, si no, iba usted a estar hablando con un fantasma y un demonio por los cojones.
DIABLO: Es un alivio, la verdad.
MENDIGO (al demonio): Oiga, su madre bien, ¿no?
DIABLO: No me ha entendido. Lamento mucho su situación personal, pero lo cierto es que este nuevo giro de los acontecimientos simplifica mucho las cosas.
MENDIGO: Hable por usted. A mí morirme hoy me viene como el culo. Esta tarde había quedado con una chavala, ¿sabe? No es que sea un bellezón, pero al menos conserva más dientes que todas las mujeres con las que he salido en los últimos tres años juntas. ¿De qué se sorprenden? Un hombre en mi posición no puede aspirar a mucho más. ¿Acaso creen que sujetarme los pantalones con una cuerda de tender la ropa es una excentricidad mía?
DIABLO: No le estamos juzgando.
MENDIGO: Oiga, amigo, usted parece un tipo influyente. ¿Con quién hay que hablar para retrasar el momento de mi partida? Entiéndame, no soy un iluso; sé que una edad avanzada no es la causa de defunción más común entre los de mi gremio, pero ¿cómo podía saber yo que iba a morir de una manera tan miserable?
FANTASMA: Quizá el cordón policial y el cartel “Cuidado. Peligro de derrumbe” deberían haberle servido de indicativo.
MENDIGO: Mire, quizá no sea mi cualidad personal más admirable, pero soy un alcohólico; tal vez haya oído usted hablar alguna vez de nuestra comunidad. Entre nuestras particularidades más destacadas se encuentra la tendencia a infravalorar las situaciones de riesgo.
FANTASMA: Oiga, amigo, ya está hecho, ¿verdad? ¿Por qué no piensa en positivo? Alégrese de que no haya sido peor; un hombre como usted podría haber muerto en llamas.
MENDIGO: ¿Ha terminado ya de pisotear mi dignidad?
DIABLO: ¡Ejem! Escuche, caballero, el proceso es irreversible.
MENDIGO: La madre que me parió. Quién me mandaría a mí mudarme a esta mierda de caserón. Si ya me lo decía mi hermano: “Vaya, ahora al señorito no le basta con estrenar una caja de cartón nueva todas las noches”. ¡Mierda! Y pensar que ahora el cabrón estará durmiendo tan tranquilo debajo de una barca en la playa… Aah, lo tengo bien merecido. Siempre me han considerado el pijo de la familia, ¿saben?
FANTASMA: ¿Quiere dejar de quejarse de una puñetera vez? No es el único que lo está pasando mal. A mí pretenden echarme de aquí y mandarme… (al DIABLO) ¿A dónde se supone que tengo que ir ahora?
DIABLO: De momento, a seguir cumpliendo su condena en el Infierno. Pero podemos trasladarle al Purgatorio por buena conducta en un par de siglos.
FANTASMA: El Infierno, el Purgatorio… ¿Cuál es la diferencia?
DIABLO: Para empezar, en el Purgatorio no le verterán plomo fundido por el ojete a las tres de la tarde.
FANTASMA: ¡¿A las tres de la tarde?! ¡¿Qué mierda de hora es esa para derramar plomo fundido por el ojete de nadie?!
DIABLO: Mire, los demonios no estamos para hacer más placentera la estancia de sus inquilinos en el Infierno; seguro que lo entiende.
MENDIGO: ¿Y yo qué tengo que hacer? Bien sabe Dios que no he sido una criatura ejemplar, pero si pudiera evitarme un mal trago… Soy muy quisquilloso con todo lo que se refiere a mi conducto anal, ¿sabe?
DIABLO: Eeeh, bueno, en realidad su situación no es asunto mío, pero ha muerto de una manera violenta, y supongo que tendrá que esperarse por aquí un rato hasta que llegue un agente de las huestes celestiales, que acto seguido lo acompañará a Tribunal Superior de Justicia Divina.
MENDIGO: ¡Pero, hombre, deme un respiro! ¡Que acabo de morir de una forma horrorosa y ahora va y me dice que me tienen que llevar a no sé qué juzgado!
DIABLO: Como ya le he dicho, ese no es mi problema, señor mío.
(Baja volando del cielo un ÁNGEL que aterriza junto al DIABLO con singular donaire).
ÁNGEL (consultando unos papeles): Buenos días. ¿Quién de ustedes es Serafín Trinquete Rebolledo?
MENDIGO: Un momento, que voy a avisarlo. (Se da la vuelta hacia el interior de la mansión). ¡Serafiiiiiiiín! ¡Preguntan por ti! (Se vuelve hacia el ÁNGEL) No se impaciente, que en seguida sale. (Se vuelve hacia el interior de la casa) ¡Serafín, coño, que un tipo con alas te anda buscando!
ÁNGEL: ¿Es usted Serafín Trinquete Rebolledo?
MENDIGO: Eeeh, sí, sí. Lo que queda de él.
ÁNGEL: ¿Y acaba de morir de una manera trágica y repentina?
MÉNDIGO: Sí, ha sido muy trágico y repentino todo. Todavía estoy de los nervios. No tendrá usted a mano un ansiolítico, por casualidad.
ÁNGEL: Soy un ángel. Mi sola presencia debería bastar para tranquilizarlo.
MÉNDIGO: Oiga, amigo; no lo he visto a usted en mi vida. ¿Quién me dice que no va a intentar violarme de camino al Cielo o a donde cojones me lleve?
DIABLO: Oh, no se preocupe por eso; es asexual.
ÁNGEL (fulminando al DIABLO con la mirada): ¡¿Y eso a él qué coño le importa?!
MENDIGO: Pues, mire, da la casualidad de que me interesa muchísimo.
ÁNGEL: Mire, no tengo todo el día, ¿sabe?
(Aparece un intertítulo en blanco sobre fondo negro con el lema “Dos horas después”, mientras suena una musiquilla de ascensor tipo bossa nova: Pi-piribi-pipi… o así. Volvemos al exterior de la mansión, donde a los cuatro actantes anteriores se les ha sumado DIOS, un tipo con túnica y larga barba blanca).
DIOS (a nadie en particular): Total, que le dije: “Adán, macho, la has cagado”…

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