martes, 7 de abril de 2015

La Hermandad de Cristo Abrazado a un Alcornoque: El origen

Como no se conocen imágenes de la cofradía a la que hacemos referencia en este artículo, la Administración de este blog les ofrece esta foto de un miembro de la banda de música de otra cofradía diferente. 
Estimados hijos de un chacal sarnoso:
En estos pasados días de fervor religioso y curdas bajo palio, el Departamento Católico Para Lo Que Le Conviene de Un beso de buenas noches de mil demonios salió de puente, perdón, del puente bajo el cual está ubicado su cuartel general y se lanzó cual kamikaze con el culo en llamas a investigar uno de los mayores enigmas de la Semana Santa,  La Hermandad de Cristo Abrazado a un Alcornoque, fundada por una misteriosa orden de monjes cerveceros en el año 1915 y clausurada dos días después, cuando, una vez evaporados los efluvios del alcohol,  cayeron en la cuenta de que la imagen de Cristo que habían tallado se asemejaba poco al clásico retrato del Redentor de la Humanidad ofrecido por la ortodoxia cristiana.
“La figura, básicamente, consistía en un oso panda tocando las maracas”, nos contó un conocido semanasantólogo y Hermano Mayor de una de las más venerables cofradías de la ciudad, aunque no pisa la misa del domingo desde su primera comunión y no da una limosna así lo maten.
Este eminente erudito, al que conocimos en la puerta de un puticlub, prefiere mantener su verdadero nombre en el anonimato para evitar críticas y escupitajos en el cogote por parte de la Agrupación de Cofradías, así que nos referiremos a él con el sobrenombre de Ramón Pichacórtez. Ramón nos juró por su anciana madre (que prefiere mantener su verdadero nombre en un cajón de la cómoda, porque cuando se le habla del anonimato dice invariablemente “¿Anominato? ¿Eso qué es lo que es?”); Ramón, decíamos, nos aseguró que la prematuramente desaparecida Hermandad de Cristo Abrazado a un Alcornoque tiene su origen en un bochornoso capítulo el Evangelio Apócrifo de San Rufo situado justo después del episodio de La Última Cena.
“El de San Rufo es una pieza codiciadísima por los coleccionistas de evangelios apócrifos”, continúa el señor Pichacórtez.” Actualmente, solo se conocen dos copias en buen estado: una la tiene un anticuario de Túnez y la otra se encuentra en el desván de mi prima Manoli, la de Archidona. Bueno, no sé si seguirá en el desván”, matiza Pichacórtez. “La última vez que hablé con ella me dijo que estaba pensando colocarla en el aparador del comedor, al lado de la porcelana buena”. En seguida le preguntamos si sería posible que su prima Manoli, de Archidona, nos prestara su copia para estudiarla a fondo. “No creo que haya ningún problema”, nos asegura Ramón, “mientras le devuelvan el evangelio en buen estado. Hace dos años lo cedió al Obispado para una investigación y se lo devolvieron con manchas de aceite y oliendo a churros”.
A continuación, tenemos el gusto de ofrecerles una transcripción del capítulo del Evangelio de San Rufo que dio origen a la infame Hermandad de Cristo Abrazado a un Alcornoque.

Extracto del Evangelio Apócrifo según San Rufo.

CAPTÍULO 14, VERSÍCULO 1: Y he aquí que después de la cena Jesús salió de la fonda haciendo eses y parándose un ratito cada varios pasos para no caerse. 2: Y viendo que ya se había caído dos veces y que la última le había costado levantarse, Jesús salió del camino y se internó en el bosque, donde corría menos riesgo de romperse la crisma. 3: Y he aquí que Jesús vio en el bosque un robusto y orgulloso alcornoque y pensó que su presencia era una señal de su Santo Padre, y se acercó al alcornoque y orinó sobre él, y vio que esto era bueno. 4: Y Jesús se sintió muy aliviado pero después sufrió un vahído y se agarró al alcornoque para no escoñarse. 5: “Vaya tajada que llevas, Hijo Mío”, bramó una voz salida del alcornoque. “Padre, ¿eres tú?”, preguntó Jesús. 6: “No, soy tu prima Juana la de Judea, que hace ventriloquía con árboles, no te jode”. 7: Y Jesús se disculpó diciendo: “Perdona que dude, Padre. Creo que no estoy en condiciones de discernir qué es real y qué no lo es”. 8: “¿Cuántas ramas ves aquí?”, preguntó el Padre. 9: “Ocho”, respondió Jesús. 10: “Pues sí que has abusado de tu sangre, caramba”. “Quizá se me ha ido la mano multiplicando el vino, Padre”. “¿Quizá, dices? En mitad de la cena te has levantado a lavarle los pies a todo el mundo. Si eso no es una cogorza como un piano, que baje Yo y lo vea”.  “No a todo el mundo, Padre”, dijo Jesús. “No, claro. Porque el resto de comensales se ha apresurado a pedir la cuenta en cuanto te ha visto enjabonar los pies de Santiago. Hijo Mío, eso no es de estar normal”. 11: “Y también te has pasado multiplicando el pan, ya que estamos”, se quejó el Creador. “Es que había mucha salsita”, dijo Jesús bajando la cabeza. “Y ya sabes cuánto me gusta el mojeteo”. 12: “Anda que la perra que te ha dado con eso de multiplicarlo todo; como si no supieras más milagros. Vergüenza ajena he pasado con la cara que ha puesto el camarero cuando habéis pedido solo dos menús para trece personas”. 13: “Uno de carne y otro de pescado”, dijo Jesús. 14: “Lo dejo pasar porque ayer curaste a tres leprosos y le prestaste dinero a tu primo Juan”, dijo el Padre, misericordioso. “Pero déjate ya de multiplicaciones, por los Clavos que te van a poner de aquí a nada”. “No volverá a ocurrir, Padre”, dijo Jesús, sinceramente arrepentido. 15: Y viendo que su Hijo, que anteriormente había caminado sin dificultad sobre las aguas, estaba haciendo un considerable esfuerzo por mantenerse erguido, dijo: “Alguno de tus amigotes debería haberte acompañado a casa”. A lo que Jesús contestó: “Se lo pedí tres veces a Simón, al que llaman Pedro, y las tres veces me dijo que no, que a lo mejor cuando terminara la conga, si eso”. 16: Continuó Jesús: “Al salir se lo pedí a un tal Pedro, al que llaman Simón, pero resulta que era el mismo Simón, al que llaman Pedro, que había salido a tomar el fresco y al que yo confundí con Pedro, al que llaman Simón, porque estaba oscuro y no enfocaba yo muy bien la vista, y me dijo que dejara de preguntarle de una puñetera vez y que me buscara la vida. Poco después se lo pregunté a otro Simón, el herrero, pero me dijo que no se llamaba Simón, sino Pedro a secas, y que no podía acompañarme porque tenía que terminar unas herraduras para su hermano Simón. Después me puse a gritar en medio de la calle, ¡Simón!, ¡Pedro!, porque estaba convencido de que alguien volvería la cara, y he aquí que apareció Simón, al que con muy buen criterio llaman solamente Simón, pero me dijo que no podía acompañarme porque tenía que levantarse temprano para ir al registro a cambiarse el nombre por el de Pedro, que le gusta más. Así que por eso voy regreso solo a casa”. 17: Y el Padre dijo: “Bueno, pues ve despacito y al llegar te tomas algo calentito”. 18: Y Jesús hizo caso a su Padre y volvió a casa despacio y al llegar se tomó un caldo de gallina y se sintió reconfortado pero de repente se acordó de que uno de sus apóstoles iba a traicionarle y le dio la bajona.