martes, 27 de mayo de 2014

A ti, que eres tan prosaica




            El primer libro del joven poeta había cosechado un éxito de ventas considerable dentro de su reducido nicho de mercado y al menos una reseña laudatoria en un suplemento cultural de cierto prestigio. El día que recibió su primer cheque, y antes siquiera de descorchar la botella de vino blanco que el padrino de su bautizo le había regalado hacía ya algunos años y que tenía guardada para la ocasión, alguien pegó al timbre de su pequeño y escasamente amueblado apartamento de alquiler. Detrás de la puerta se encontraba la mujer más bella que el joven había tenido la suerte de cruzarse en su vida. Morena, con el largo cabello recogido en una trenza y con una túnica blanca como único atuendo.
            -Mira –dijo la hermosa joven sin más preámbulos-, en otras circunstancias no te pediría esto, pero ya sabes lo mala que está la cosa para todo el mundo. Vengo a reclamar mi parte de los derechos de autor.
            El poeta comprendió en seguida. Nunca antes había visto a esa mujer, pero habría reconocido su voz en cualquier parte.
            Era su musa.

lunes, 26 de mayo de 2014

Quédate tú con La Cabeza de Alfredo García

Un tipo muy desagradable que se ha dejado caer por aquí

El Departamento de Estudios Lingüísticos, Auditivos y Nasofaríngeos de Un beso de buenas noches de mil demonios tiene el placer de ofrecerles en exclusiva Quédate tú con La Cabeza de Alfredo García, relato inédito del célebre escritor ruso de ciencia-ficción Konstantin Turulenko. El manuscrito, cuyos derechos fueron amablemente cedidos a esta casa por un nieto del autor a cambio de una dosis de heroína, no fue incluido en la edición definitiva de las Obras Completas del escritor, dado que Alexei Tostonov, editor de Turulenko, mostró serias dudas acerca de la autenticidad del documento, que al parecer fue dictado por el autor después de su muerte a un fan a través de un tablero ouija. “Yo no sé ustedes, pero yo no me fío un pelo de esos espíritus de ultratumba”, afirmó Tostonov en el número de diciembre de 1971 del magazine cultural La Dolce Moscovita. “Según mi astrólogo y vidente personal, el Profesor Aleksandr “Xander” Kamelov, el más allá está atestado de impostores que se hacen pasar por personalidades fallecidas, y me ha asegurado que el cuento es un fraude. Acuérdense del ridículo que hizo la editorial británica esa hace unos años publicando una supuesta obra de Shakespeare obtenida gracias a una psicofonía. Ricardo III en patines, creo que se titulaba”. Nosotros, después de un concienzudo análisis, creemos haber logrado verificar la autenticidad del original, que a todas luces ejemplifica admirablemente las constantes temáticas y estilísticas de Turulenko. Dicho sea de paso, nada nos satisface más que llevarle la contraría al Profesor Kamelov, que hace la tira de años vaticinó que un día de estos nos invitaría a una mariscada y todavía estamos esperando, así reviente con todos sus muertos. La traducción del cuento al castellano corre a cargo de nuestro colaborador Ganímedes Pisto, que cursó dos meses de ruso en la Escuela Oficial de Idiomas hasta que fue expulsado cuando la dirección del centro descubrió no solo que Ganímedes no había formalizado su matrícula, sino que se quedaba a dormir todas las noches en los lavabos de profesores junto a su madre y sus cinco hermanos.

La Cabeza de Alfredo García, más allá de lo evidente (esto es, que se trataba de la cabeza de un tal Alfredo García) era, además, un planeta de considerable tamaño. Un planeta habitado, para ser más exactos. Por piojos. [Nota del editor: Hombre, no va a estar habitado por gente pequeña. No puede vivir mucha gente pequeña encima de la cabeza de alguien sin que ese alguien acabe notándolo, aunque se trate de un solo señor pequeño que calce un 25 y se agache rápidamente cada vez que su huésped se disponga a pasar por una puerta. Pero la gente pequeña que vive encima de la cabeza de otra gente es otra historia y será contada en otra ocasión, a no ser que la Asociación de Gente Pequeña que Vive encima de la Cabeza de Otra Gente amenace con demandarnos por injurias y calumnias con toda la razón, porque aquí somos muy de injuriar y calumniar gratuitamente]. La Cabeza de Alfredo García estaba coronada con una espesísima vegetación denominada Mata de Pelo, y su nivel de enmarañamiento y suciedad era tal que sólo habría podido ser extraída quirúrgicamente, según palabras de un peluquero con cierta propensión al desánimo y a las pastillas para dormir. Como es natural, sus piojos desconocían el hecho de tener un señor debajo. Esto se debe a que los piojos son aún un pueblo primitivo y lleno de miedos atávicos: la mayoría de ellos cree que caerá al vacío si se aventura más allá del Cogote, las Patillas o el Flequillo, así que su conocimiento sobre el Universo colindante era harto limitado. Si los piojos de La Cabeza de Alfredo García hubieran sabido escribir, leer, o acordarse de las cosas, sus libros de Historia narrarían el caso del explorador Cristóbal Piojo, que, convencido de que el mundo tenía forma de vaso puesto boca abajo, desapareció en la línea del Flequillo y fue devorado por un mono. Los piojos de La Cabeza de Alfredo García tenían su propia religión: creían en unos seres superiores que les enviaban desde Más Allá de la Mata de Pelos mensajes indescifrables del tipo “Brown Sugar” y “Won’t get fooled again”.  La frondosa vegetación que cubría La Cabeza de Alfredo García impedía la adecuada recepción de luz y sonido, por lo que sus habitantes se comunicaban cotidianamente a cabezazos. Huelga decir que la población, como el resto de piojos de otros planetas, vivía de la agricultura.
Los piojos de La Cabeza de Alfredo García formaban una comunidad pacífica y bien avenida; se podría decir que era un buen sitio donde vivir, salvo un par de días en semana en que todo el planeta olía a marihuana y de vez en cuando una litrona, objeto celeste conocido en lengua pioja como “meteorito”, impactaba sobre su superficie, impacto que era mayormente amortiguado por la espesa Mata de Pelos. Pero he aquí que un día el Mando Mayor de la Región Parietal del Planeta, formado por el piojo más gordo, recibió una alarmante noticia: los habitantes de la Región Occipital, despectivamente llamados colodrilleros, habían iniciado una lenta pero segura invasión debido a la escasez de espacio en su zona. El Mando Mayor, al que a partir de ahora llamaremos General Piojo MacArthur, recordó entonces las palabras de su hombre de confianza, el gran sociólogo Piojo Wiesengrund Adorno, que le alertaba sobre el problema de superpoblación que iba a sufrir el planeta de ahí a nada, anticipando un conflicto territorial sin precedentes en la historia del planeta. Piojo MacArthur maldijo el momento en que se quedó dormido en medio de la teoría de P. W. Adorno, que era muy complicada y constaba de muchos cabezazos, y, dejando a medio comer su generosa ración de sangre con guarnición de caspa con costra, ordenó a sus ejércitos defender la Coronilla, orden que en lengua pioja consiste en tres cabezazos suaves, uno de magnitud moderada y escupir algo de sangre. Todos los piojos a su cargo fueron llamados a filas; solo unos pocos fueron exonerados de su deber militar alegando que sus liendres estaban a punto de eclosionar. Poco rato después, el planeta entero estaba enfrascado en una batalla que sería recordada como Las Guerra de las Dos Horas, en el caso de que una persona pequeña hubiera cohabitado junto a los piojos encima de La Cabeza de Alfredo García, hubiera observado la revuelta con la ayuda de un microscopio o una lupa gorda y se le hubiera ocurrido llamarla La Guerra de las Dos Horas, no dándose ninguna de estas circunstancias. La campaña militar se saldó con un absoluto fracaso, ya que, como hemos apuntado más arriba, el pueblo piojo es más bien tirando a pacífico; después de propinarse algunos empujones poco entusiastas, más que nada por motivos de protocolo, parietales y occipitales descubrieron que tenían mucho en común y se dedicaron cabezazos corteses e invitaciones a compartir sangre, y, como una cosa lleva a la otra, al poco rato piojos y piojas ya estaban todos copulando como locos. Una bacanal que, en caso de que la misma persona pequeña con lupa, etc, etc, hubiera seguido allí, se habría conocido como La Orgía de los Diez Minutos, porque los piojos no son precisamente conocidos por la larga duración de sus coyundas. Después del refocile comunitario, todos los piojos se sintieron bastante bien, menos el General Piojo MacArthur, que comprobó abatido cómo sus días de gloria como gran estratega militar pertenecían definitivamente al pasado, y, en su desesperación, intentó ahorcarse de un pelo; tentativa de suicidio que también resultó una debacle dado lo escaso de su peso corporal. El General Piojo MacArthur se quedó colgando del pelo veinticuatro horas, al final de las cuales murió de hambre, lo que en los estamentos militares del pueblo piojo se considera una muerte deshonrosa. Las consecuencias de La Orgía de los Diez Minutos no se hicieron esperar; las miles de crías resultantes acabaron por superpoblar La Cabeza de Alfredo García, y sus habitantes se debatieron entre una triste disyuntiva: o malvivir por culpa de la escasez de alimento y espacio, o emigrar a otros planetas. Los piojos comenzaron a rezar a sus deidades esperando una respuesta, y he aquí que su silenciosa letanía pareció surtir efecto. El renombrado astrónomo Galileo Piojei descubrió con alborozo que, o bien una serie de planetas con características similares al suyo se estaba acercando, o bien era La Cabeza de Alfredo García la que se aproximaba a los otros; no lo tenía muy claro. Los piojos no podía saberlo, pero lo cierto es que Alfredo García había asistido a un festival de rock atestado de frondosos planetas, algunos de ellos milagrosamente deshabitados. Los habitantes de La Cabeza de Alfredo García comenzaron así un rápido éxodo, descubriendo de paso que podían saltar bastante lejos cuando la necesidad apremiaba. Algunos de ellos incluso alcanzaron a atisbar durante el salto a uno de sus dioses vociferando sus incomprensibles mensajes. Dios que, curiosamente, tenía el aspecto de Mick Jagger.


¿Sabía usted que…? El celebrado cineasta norteamericano Sean Kepinckepah tuvo acceso al manuscrito original de este relato a principios de los años 70, cuando llegó a Moscú un día a las cuatro de la mañana buscando localizaciones para su siguiente película y una licorería abierta. El director quedó impresionado por las posibilidades cinematográficas de la historia, y se la ofreció a todos los estudios de Hollywood. Solo la Warner Bros se mostró interesada en un principio, pero dio marcha atrás en cuanto Warren Beatty, el actor elegido para dar vida al General Piojo MacArthur, se apeó del proyecto, alegando que el disfraz de piojo le había provocado un sarpullido. Durante un tiempo se rumoreó incluso que Kepinckepah llegó a entablar conversaciones con Disney con el objetivo de convertir el guión en una película de animación, rumor que fue rápidamente desmentido por un tendero de la ciudad de Orlando, que fue testigo de cómo el director, en evidente estado de embriaguez, se pasó una hora explicándole el proyecto a una coliflor envasada al vacío a la que había confundido con el cerebro congelado de Walt Disney. La falta de interés de los grandes estudios supuso un revés para Kepinckepah, que durante un año estuvo intentando sacar adelante la adaptación de Qúedate tú con La Cabeza de Alfredo García, en parte para paliar el mal sabor de boca producido por el varapalo crítico obtenido por su anterior película, Pat Garrett y Karate Kid (1973), cuya polémica sobre si fue o no una decisión acertada asignar a Bob Dylan el papel de maestro de kung fu perdura hasta nuestros días.

jueves, 22 de mayo de 2014

Un beso de buenas noches en la picha... ¿y a dormir?

Nota del editor: Kawentoh vendría a significar "Vaya por Dios" en japonés. De nada.

-¡Jean-Claude! ¡Jean-Claude!
...
-¿Jean-Claude?
Finalmente, mis peores temores se habían hecho realidad. Después de tres años de abandono de mis labores caciquiles, mi otrora leal mayordomo había decido colgar la levita y buscarse las habichuelas por su cuenta. Nada tengo que echarle en cara, teniendo en cuenta el...
-Ah, es usted, señor –dijo una voz a mis espaldas. Sus palabras se clavaron en mi cogote con la frialdad del silenciador de una pistola de pequeño calibre.
-¡Coño, Jean-Claude, qué susto me has dado!
-Lamento haber interrumpido su desolador soliloquio de manera tan inconvenientemente abrupta, señor –se disculpó Jean-Claude.
A pesar de la gélida tonalidad de su voz y la imperturbable expresión de su rostro, creí ver en los ojos de mi lacayo la melancólica mirada de la madre a la que sigue le sigue sobrando demasiado potaje de acelgas a la hora del almuerzo mucho tiempo después de que sus hijos se hayan independizado.
-¡Jean-Claude, vieja mula, ven a mis brazos! –dije cuando recuperé la compostura.
-¿Es absolutamente necesario, amo?
-Qué insidioso eres, esbirro de mis entretelas –dije bajando los brazos-. ¿Y bien? ¿Qué se cuece por aquí? ¿La ha palmado algún pariente lejano asquerosamente rico que haya tenido el tino de acordarse de mí en su testamento?
-¿Le puedo preguntar dónde se ha metido estos tres últimos años, señor? –preguntó Jean-Claude, haciendo caso omiso a mis intereses crematísticos.
-Es una larga historia, supongo.
-¿Supone, señor?
-Los sucesos de mi pasado reciente no acuden con facilidad a mi memoria. ¿Recuerdas aquella mañana en que te dije "Jean-Claude, salgo a comprar churros, ve preparándome el chocolate"?
-Cómo olvidarlo, milord. 
-Bien, pues eso hice. Fui a comprar churros hace tres años y la semana pasada desperté desnudo a orillas del Volga. Supongo que a una mente avispada como la tuya no le será difícil imaginar qué ocurrió entre los puntos A y B, pero te insto a que no me hagas entrar en detalles. Más que nada porque no recuerdo un cipote de lo sucedido. Leves destellos en la niebla, nada más.
-Nada más alejado de mi intención el hurgar en los recuerdos reprimidos de su psique, milord.
-Gracias, Jean-Claude. Siempre he sabido que detrás de esa fachada de hormigón y muy cerca del palo de esa escoba que tienes metida por el culo late un corazón comprensivo.
-Creo que sabré rellenar los espacios en blanco merced a ese vídeo suyo que circula por internet, amo.
-¿Hay un vídeo mío circulando por ahí?
-Eso me temo, milord.
-¿Qué clase de vídeo? ¿Del tipo "Menda borracho se acerca al arcén para mear y se cae por un barranco" o del tipo "Menda borracho protagoniza un bochornoso incidente diplomático en Namibia"?
-Observo con regocijo que su inconsciente intenta abrirse paso entre la negrura de su cerebro, señor –dijo Jean-Claude, que jamás había mostrado señal alguna de regocijo en toda su vida-. En realidad, podría decirse que se trata de una mezcolanza de ambos conceptos.
-¿"Menda borracho se acerca al arcén para mear y se cae por un barranco, arrastrando con él a la hija primogénita del presidente de Namibia"?
-Ocurrió en Zambia, me temo. Es mi deber comunicarle que el embajador llama cada dos días para exigir una explicación.
-Que espere sentado. Nunca asumo la responsabilidad de mis actos cuando estoy hasta el culo de láudano. Además, la culpa fue de ella por acercase tanto. "A la luz de la luna la gallarda silueta de tu pene resulta mesmerizante", dijo justo antes de acabar en el fondo de una hondonada con el tocado lleno de boñiga de cabra.
-¿Debo suponer que ahora que ha vuelto reanudará su labor profesional, milord?
-¿Mis ponencias, dices? Sisisisisí, naturalmente –dije retorciéndome las manos-. Eeeh, Jean-Claude, el caso es que he estado tres años fuera, la mayor parte de ellos en un estado de consciencia relativa, y no tengo ni idea de qué temas le interesan al público desde la muerte de Bin Laden.
-Bueno, señor, entre los asuntos de candente actualidad se podrían nombrar la crisis económica, la corrupción política, la alarmante subida del desempleo…
-Pues vaya plan. Ahora a ver cómo me las compongo para condimentar tan insípidas cuestiones con asuntos que yo domine… Eeeeh, dime qué te parece: “Impacto global de la corrupción política en los mercados internacionales: Consecuencias, tetas y culos”. Empezaré hablando de tetas y culos y antes de meterme en berenjenales daré por terminada la asamblea rociando a los asistentes con un bidón de aguarrás.
Mi fiel mayordomo suspiró.
-Besos de buenas noches en la picha, milord.
-Coño, ¿ya te vas a acostar? Pero si no son ni las… –me miré la muñeca desnuda-. ¡¿Donde cojones está  mi reloj de platino y diamantes, el legado que me dejó mi querido abuelo por toda herencia?! Ah, mierda, ya recuerdo. Aquella estúpida apuesta. Jean-Claude, ve concertándome cita con el tío que me hace las colonoscopias. No le des explicaciones; solo adelántale que, al contrario de lo que él cree, aún no lo ha visto todo. ¿De qué estábamos hablando?
-De besos de buenas noches en la picha, señor.
-Ah, de eso te quería hablar yo. No quiero que creas que te censuro, mi querido Jean-Claude, pero “Un beso de buenas noches en la picha” me parece una fórmula de despedida en exceso atrevida viniendo de alguien que todavía se quita el sombrero cuando pasa delante de una dama.
-Me temo que no me he expresado con claridad, señor; lo que quería decir es que ya son varias las personas que han visitado nuestras humildes instalaciones buscando información sobre besos de buenas noches en la picha.
-¡Ah! –exclamé estupefacto-. Entonces, no sabes cómo me alegro de haber vuelto. De vez en cuando resulta muy gratificante volver al estado precivilizado, pero un caballero que se precie siempre ha de saber cuándo debe pegar un zapatazo bien dado y poner sobre la mesa las cuestiones que de verdad importan e inquietan al conjunto general de la sociedad.

(Vítores y aplausos de los asistentes. Yo aprovecho el estruendo general para tirarme un buen pedo. A continuación, me quedo tan a gusto).

-¡Maestro! ¡Oh, iluminado! –dijo uno que se encontraba en tercera fila.
-¡No sabe cómo le echábamos de menos! –dijo uno que se encontraba en segunda fila
-¡Cojones, valiente peste a mierda! –dijo uno que se encontraba en primera fila.

Me aclaré la garganta y me dispuse a pronunciar las palabras que a ciencia cierta todos mis seguidores estaban anhelando volver a oír.

Estimados hijos de una zarigüeya sarnosa:

(Larga ovación. Asiento con fingida humildad).

¿Quién no ha recibido alguna vez un amoroso beso de buenas noches en la picha? Vosotros seguro que no,  porque se nota a la legua que no os cambiáis los calzoncillos con algo que merezca siquiera remotamente llamarse “cierta frecuencia”,  pero todos hemos soñado con ello alguna vez. Si hemos de hacer caso a las estadísticas, que a nosotros nos la traen floja pero nos consta que hay individuos a los que no, en los últimos años se ha dejado notar lo que los expertos denominan un cambio de tendencia. El aparente aumento en la práctica de otorgar besos de buenas noches en la picha provocó que el eminente sociólogo Francisco Manuel Vizcaíno Ortigosa asegurara con prematuro entusiasmo que el dato “demuestra que la Humanidad ya está preparada para su siguiente paso evolutivo”. Desafortunadamente, la teoría de Ortigosa fue rápidamente rebatida por su propia madre, cuando le ofreció para cenar “cocretas” y le comentó que al día siguiente iban a venir los de la cristalería a ponerle las mamparas de “metraquilato”. Para todos vosotros, que sois unos cenutrios, los besos de buenas noches en la picha os pueden parecer un revolucionario descubrimiento de la era moderna; nada más lejos de la verdad. Después de una ardua investigación, en la que se invirtió una ingente cantidad de dinero procedente del asalto a un puesto de papas asadas, el Departamento de Estudios Históricos, Antropológicos y de Tetas y Culos de Un beso de buenas noches de mil demonios ha descubierto los legendarios Diarios de Viaje del célebre explorador y aventurero Adalberto Palomares, que fueron encontrados en el botiquín de la señora Sagrario Felpúdez y que se creían perdidos para siempre, sobre todo porque uno no espera hallar un documento histórico de incalculable valor al lado de una caja de antibióticos caducados. Adalberto Palomares fue un pionero; nada menos que el primer español que viajó al Continente Negro y regresó a su patria con el cuerpo lleno de ronchas de aspecto muy feo y un chimpancé al que se solía referirse sospechosamente como “Querida”. A continuación os ofrecemos un extracto del primer volumen de sus Diarios, titulado “Negros muy negros con los dientes muy blancos”:

19 de marzo
Los habitantes de la tribu que acaba de darnos cobijo son conocidos por estos lares como los Ngngngng, que, según nuestro guía nativo, en castellano vendría a significar “Tengo un bólido en la parrilla de salida que se niega a arrancar”, o bien, en una acepción más sucinta, "Tengo un estreñimiento feroz". Después de invitarnos a cenar unos testículos en su salsa procedentes de un rumiante sin determinar, con guarnición de prepucio ahumado y ladillas fritas para darle un toque crujiente, nuestra expedición fue testigo mudo de los fascinantes rituales de la tribu. Los Ngngngngones parecen idolatrar a un, ¿cómo lo describiría?... Gigantesco falo de madera tallado a mano. Nuestro guía nos explicó que se trataba de una representación de su Dios de la Fertilidad. Cada noche, los hombres de la tribu dan gracias a su Dios por la fecundidad de sus mujeres. Por otra parte, parece ser que las mujeres de la tribu adoran las pollas bien gordas, así que todos contentos. Después de que todos los habitantes del poblado hubieron besado la representación de su Dios, el chamán de la tribu susurró al oído de nuestro guía una cuestión que en seguida me traslado a mí: "¿Acaso tiene su Dios un cipote tan grande?". Me mostré complacido por el interés del chamán en las creencias religiosas del mundo civilizado, pero debo confesar que me desagradó el tono desafiante en que formuló la pregunta.

Sin embargo, todo indica que la práctica de besar pichas antes de irse a dormir se remonta a la era de los faraones egipcios, por lo menos, según un extenso e interesantísimo artículo del que solo nos hemos leído el título y los pies de foto firmado por el arqueólogo italiano Ernesto Calducci, al que no conocemos personalmente pero que nos han dicho que mastica con la boca abierta. En el citado artículo, publicado en la prestigiosa revista Momia Hoy, Calducci asegura que, examinando los restos de Akhenatón, halló manchas de carmín en los genitales, descubrimiento que causó un gran impacto en el campo de la arqueología y en el de la industria cosmética.  “En un principio nos resistimos a dar crédito a este descubrimiento”, nos asegura en unas declaraciones en exclusiva Wilhemina Kastroff, presidenta de la multinacional Maquillajes Kastroff. “Imagínese; nosotros llevamos años tratando de hallar la fórmula de un pintalabios realmente indeleble, siempre con frustrantes resultados, y ahora van estos egipcios del 1300 antes de Cristo y, con un puñado de insectos machacados…” Suspira y da un sorbo a su Tequila Sunrise. “Y, ejem, claro, luego está todo eso del misterio de la construcción de las pirámides. Porque, ¿cómo lo hicieron, a ver?” Es nuestro deber admitir que no supimos qué responder a la señorita Kastroff; nosotros solo habíamos ido a su casa para intentar fotografiarla en topless, pero, por lo visto, aquel día la pillamos con ganas de conversar.

Como hemos dicho al principio, la práctica del beso de buenas noches en la picha parece estar disfrutando de un tímido resurgimiento. A pesar de todo, los investigadores del Departamento de Osculología de la Universidad de Wisconsin están de acuerdo en que aún es pronto para cantar victoria, y tienen razón; solo son las seis de la mañana, por el amor de Cristo, y el vecino del 3º A está esperando la mínima oportunidad para plantar una denuncia a los investigadores. “¡Me tenéis frito, cabrones!”, aseguró en cierta ocasión el vecino del 3º A. “¡Como vuelva escuchar una colisión de partículas subatómicas más, os juro por mi madre, que Dios tenga en su Gloria, que esta noche dormís todos en el cuartelillo!”.  De acuerdo con un reciente estudio realizado por la citada entidad: “Solo un 0’00001% de la población mundial no tiene reparos en solicitar a su pareja un beso de buenas noches en su miembro viril”,  aclarando de paso que cuando dicen “población mundial”, se refieren principalmente a una comunidad de vecinos del sureste de Ohio, estado sobradamente conocido por la reticencia de sus ciudadanos a hablar de pollas en público. Como dicho estudio nos pareció a todas luces insuficiente, decidimos comisionar un experimento sin precedentes a nuestro Departamento de I+D+i+Tetas+Culos, que seleccionó diligentemente a un Sujeto A y una Sujeto B para llevar a cabo la investigación que reproducimos a continuación.

SUJETO A (despertando de su letargo): ¿Eh? ¿Qué? ¡¿Dónde coño estoy?! ¡¿Qué cojones hago yo en pelotas?!
INVESTIGADOR (grabadora en mano): Tranquilo, amigo; está formando parte de un experimento sin precedentes.
SUJETO A: ¡Joder, esto me pasa por ser amable! Se me acerca una supuesta trabajadora de la industria farmacéutica, me pregunta, “¿Le importaría decirme sus impresiones acerca de este nuevo cloroformo con aroma a lavanda?”, y zas, allí que me acerco yo a hacer el gilipollas. Que, por cierto, díganle a la señorita que de aroma a lavanda, nada, que eso era cloroformo normal de toda la vida de Dios.
INVESTIGADOR: Alegre esa cara, hombre, que está a punto de hacer historia.
SUJETO A: Me va a permitir que lo dude, caballero. No sé yo de muchas personalidades eminentes que hayan hecho historia con los huevos al aire.
SUJETO B (entrando en la sala): Estoy preparada.
SUJETO A (tapándose los genitales con las manos): ¡Eh, señorita! ¿Es que no le han enseñado a llamar a la puerta?
INVESTIGADOR: La señorita forma parte del experimento.
SUJETO B: Relájate, machote.
SUJETO A: ¿Cómo que machote? ¿Cuándo hemos tomado café usted y yo?
INVESTIGADOR: El experimento es muy sencillo. Lo único que tiene que hacer usted es tumbarse en la cama, relajarse y dejarse besar el pene por esta moza tan amable.
SUJETO A: Ea, pues después va usted y se lo explica a mi madre, que tiene ochenta años y cree que ahora estoy trabajando.
INVESTIGADOR (a la grabadora): Al principio del experimento, el Sujeto A se muestra tenso.
SUJETO A: ¿Cómo coño quiere que no esté tenso, si me han drogado,  secuestrado, llevado a un laboratorio de ubicación incierta, despelotado y encima pretende que una desconocida me bese el pene, me cago en mi puta calavera? ¡¿Cómo se mostraría usted en mi lugar?!
INVESTIGADOR: ¿Yo? Totalmente tranquilo y colaborador.
SUJETO A: Bueno, viniendo de usted, no me extraña, con la cara de pervertido que tiene. ¡Fetichista!
SUJETO B: ¿Te vas a dejar hacer o no, nene?
SUJETO A: Bueno, lo voy a hacer por usted, señorita, que se le ve en la cara que tiene buen fondo. Ahora, que si llega a ser por el tontopollas este del radiocasete…
SUJETO B: Eeeeso, así, túmbate…
SUJETO A: ¿Así boca arriba estoy bien, o cojo otra postura?
INVESTIGADOR: Está perfecto. ¿Quiere relajarse de una vez?
SUJETO A: ¡Y dale molino con la relajación! ¡A ver si pretende que alcance el nirvana con esos carnosos labios acercándose lentamente a mi cirulo!
SUJETO B: ¡MUAC!
INVESTIGADOR (a la grabadora): Una vez llevado a cabo el beso, podemos observar cómo al Sujeto A se le empieza a poner morcillona…
SUJETO A: ¡Pero, oiga! ¿Se puede saber en que porquería de universidad ha estudiado usted?

Las conclusiones del experimento resultaron muy reveladoras: Tras su finalización, la Sujeto B no tuvo problemas para conciliar el sueño y durmió toda la noche de un tirón, mientras que el Sujeto A estuvo dando vueltas en la cama y hasta en dos ocasiones tuvo que encerrarse en el baño a cascarse una manola.

SUJETO A: ¡No te jode! ¡¿Es que ustedes lo tienen que contar todo aquí?!

¿Qué nos sugieren estos resultados? Pues que, quizá, recibir un beso de buenas noches en la picha no sea lo más indicado antes de irse a dormir. Por una vez no podemos estar más de acuerdo con los investigadores del Departamento de Osculología de la Universidad de Wisconsin, cuando afirman en el informe final de su estudio: “El 99% de los encuestados asegura que después de recibir un beso de buenas noches en el miembro viril no puede conciliar el sueño con facilidad , lo cual quiere decir que a) o bien el contacto de los labios con el aparato genital masculino tiene un efecto fisiológico parecido al de ciertos estupefacientes vasodilatadores basados en los alcaloides, como la farlopa, conclusión que no nos creemos ni nosotros, que somos los que la hemos planteado, o b) los receptores del beso ansían un avance en el tratamiento oral de su pene”.  Este “avance en el tratamiento oral del pene” al que se refieren los investigadores bien puede tratarse del llamado “Lametón", o, en un nivel más avanzado, de la “Mamada”, también llamada “Mamazo”, o, si lo prefieren, “Felación”, para no herir la sensibilidad del capullo con pinta de catedrático de la cuarta fila.

-Disculpe, caballero –me interrumpió una voz que, dada su condición escasamente aguardentosa, supuse que no provenía de alguien inscrito en mi Club Oficial de Lameculos. Mis sospechas se confirmaron cuando comprobé que se trataba de una mujer.
-¡Coño, una hembra! ¿Qué puedo hacer por usted, musa de los poetas, dadora de vida, manantial de feromonas?
-Solo quería decirle dos cosas: La primera, que su discurso me está pareciendo intolerablemente sexista. La segunda, que si me puede ayudar a colgar esta estantería en mi sala de estar.
-Vaya por Dios. Jean-Claude, añade a las feministas a nuestro Libro Gordo de Colectivos Ofendidos.
-Inauguraré con presteza el tercer volumen, señor.
-Lo único que yo digo –continuó la muchacha- es que aquí, mucho hablar de besar pichas, y muy poco de besar vulvas.
-Eh, eh, pare el carro, mi buena moza. Que quede claro que a mí el tema de los besos de buenas noches en la picha me interesa lo justito.
-Creo que hablo en nombre de todos cuando digo que a nosotros también –dijo uno que siempre cree que habla en nombre de todos.
-Coño, ¿y por qué no me interrumpís, que tengo la boca seca de tanto darle al filete? –le pegué un sorbo a mi agua con gas-. ¡¿Pero qué mierda pinta aquí esta mariconada de agua con gas?!
-¡Ejem! –dijo la muchacha.
-Ah, disculpe, señorita –carraspeé-. Como le decía, a mí, y al parecer al resto de los presentes, lo de los besos de buenas noches en la picha nos la trae al fresco. ¿Preferiría usted que tratáramos el mucho más sugestivo tema de los besos de buenas noches en la vulva?
-Es que ahora no me apetece.
-Me lo temía.