domingo, 19 de abril de 2020

Nietzsche en el Cielo

Si, era siempre así

El Apocalipsis según se mire. Apéndice al Capítulo 20.

El 25 de agosto de 1900, justo después de morir, el filósofo alemán Friedrich Wilhelm Nietzsche pensó que quizá habría sido más prudente no dejar por escrito su popular frase “Dios ha muerto”.
Aunque la mayoría de sus compañeros de oficio tiene la delicadeza de no referir jamás el tema en las tertulias plenas de elevados pensamientos y aún más elevadas cantidades de alcohol que organiza Epícuro cada cierto tiempo, existe cierto grupo, con San Agustín a la cabeza, que rara vez pierde la ocasión de ridiculizar a Nietzsche incluso en público; comportamiento reprobado en más de una ocasión por el mismísimo Creador:
Muchachos, muchachos, no os metáis con el pobre Friedrich. Todo el mundo se equivoca alguna vez.
Esta actitud condescendiente hace a Nietzsche apretar los dientes de furia, y, cada vez que ve acercarse a Dios, procura cambiar de acera para no tener que soportar su actitud altiva y su mirada de triunfo.  Alguna vez, mientras está sentado distraído en uno los bancos de los inmensos parques del Cielo, el Alfa y el Omega se acerca a él por la espalda, pillándolo desprevenido.
—Magnífico día, ¿eh, Friedrich?
—Que me olvides —responde Nietzsche invariablemente.
El Señor se aleja riendo entre dientes, y Friedrich sigue dando de comer a los patos hasta que su mandíbula se afloja y su rostro abandona el tono purpúreo.
            Ya nunca se pregunta por qué Dios no lo envió al Infierno; está convencido de que salvó su alma solo por joder. Aunque el Creador de Todas las Cosas nunca lo ha reconocido ante nadie, y jamás lo hará.

No hay comentarios: