viernes, 10 de julio de 2009

El Distinguido Arte de Rascarse las Pelotas (The Gentle Art of Scratching Balls)

Después de hacer saltar la chapa de su botellín de cerveza con notable delectación y con un abridor “Homer Simpson”, podemos observar cómo nuestro espécimen acerca la mano que le queda libre a sus genitales, pausada pero inexorablemente.

-¡Oiga!
-Mierda, Manolo, se ha dado cuenta.
-¿Se puede saber, si no es mucho preguntar, qué cojones hacen ustedes en mi casa?
-Verá, caballero, somos unos documentalistas de esos del canal Diosea, especializado en documentales para pijos.
-¿Y a mí qué me cuenta?
-Pues nada, que, atendiendo a las demandas de nuestros espectadores, nos encontramos lo que se dice ahora mismito realizando un reportaje sobre la exótica especie conocida como machus ibericus vulgaris, a la que usted pertenece, no nos cabe la menor duda.
-Eh, eh –dije-. Eh –enfaticé-. Que entiendo perfectamente lo que dice. No se deje engañar por el aspecto más bien desguarnecido de mis calzoncillos; tengo algunas nociones de latín. Lo suspendí cuatro veces.
-Magnífico, magnífico. Oiga, ¿le importaría cambiar esa botella de cerveza de importación por un cartón de vino peleón? Es para infundir un poco de verosimilitud a la escena, sabe usted.
-Pero, hombre, qué dice. Que es una birra de las buenas buenas. En el Hipercor la he comprado, fíjese.
-Lo que usted diga. ¿Podría seguir haciendo eso que estaba haciendo antes de que usted reparara en nuestra presencia?
-¿El qué?
-Estaba aproximando su roñosa zarpa a sus testículos.
-¿Van a grabar cómo me rasco las pelotas para emitirlo en su canal?
-Si no es mucha molestia.
-Pero, hombre, póngase en mi lugar.
-Quite, quite.
-Que me van a ver un montón de pijos, ahí, tocándome los huevos.
-Eso debería ser un motivo de orgullo para usted, infeliz.
-No me diga.
-Le digo, le digo. Pijos. El más alto escalafón en la evolución humana. El Pueblo Elegido por Dios. Los pijos heredarán la Tierra. Ah, pijos. ¿Puedo decirlo una vez más? Pijos.
-¿Sabe usted cómo llamamos a los pijos los que no somos pijos? Pijos de mierda.
-Oiga, déjese de bromas, que se me acaba de cortar el gazpachuelo.
-En serio. Pijos de mierda.
-Como lo vuelva a repetir le meto un sopapo.
-Pijos de mierda.
-Cambiemos de tema, que se me está empezando a abrir la fístula. ¿Por qué se disponía a rascarse las pelotas, como dicen graciosamente ustedes los normales?
-¿Por qué cree? Hoy dan comienzo mis vacaciones.
-Oh, qué proletario tan afortunado ¿Y dónde piensa disfrutar estos días de ocio y solaz esparcimiento? En Saint-Tropez seguro que no.
-No, no. Tiene que haber un montón de pijos de mierda allí.
-Oiga, ¿ha pensado en pasar una temporada en Guarromán? Allí le recibirían con los brazos abiertos.
-Mire, ésa es la ventaja de vivir en Málaga; no tenemos por qué hacer turismo.
-O sea, que ya se ha gastado la paga extra en vino, ¿verdad? Anda que no les gusta empinar el codo a ustedes ni nada.
-Sí, bueno; estadísticamente hablando, en esta ciudad hay un bar por cada dos habitantes.
-Y dos bibliotecas para todos los habitantes.
-¿A los pijos les interesan mucho las bibliotecas?
-¿Las drogas de diseño, dice? Uy, un montón.
-No, no; las bibliotecas.
-Ah, eso no. Le había entendido mal.
-¿Se van ya, o tengo que sacar el trabuco?
-No, no, ya nos vamos, que me he dejado a un parroquiano en el horno. ¿Se va a dedicar a algo en estas vacaciones, o qué?
-Bueno, colgaré algún capítulo de ¿Conoce usted su ojete?, eso seguro.
-Mierda.
-¿Qué pasa?
-No estoy muy seguro de que se pueda decir “ojete” en este canal. Bueno, después lo arreglamos en la mesa de edición, si eso. ¿Algo más que añadir?
-¡Pues nada, que la administración de Un beso de buenas noches de mil demonios les desea a sus cuatro o cinco lectores un feliz verano!
-¿Nada más?
-Nada más. Bueno, sí, un consejo veraniego: Que mira que en esta época se escuecen mucho las ingles por culpa del calor y el efecto de las uñas en el escroto, y que os echéis Nivea. ¿Qué pasa? A mí me funciona.
Saint-Tropez, los cojones