miércoles, 3 de diciembre de 2008

¡¡Honorato Céspedes solicita un préstamo!!

Hala, hala, hala; a tomar por culo el mundo

BANCO JONUDO. SUCURSAL Nº 23. HACIENDO ESQUINA CON LA AVENIDA OPEL CORSA Y EL MERCADO DE SANTA FITIPALDA. DESPACHO DEL INTERVENTOR, AL LADO DEL CUARTO DE LAS ESCOBAS. INT. DÍA. FRÍO QUE TE CAGAS.
El INTERVENTOR, que suena parecido a Inventor pero que no tiene nada que ver, y si no que baje Dios y lo vea, desarrolla afanosamente su tarea habitual, que no tengo ni puta idea de en qué consiste. Intervenir cosas relacionadas con los bancos, supongo. Por la puerta entra ¡HONORATO CÉSPEDES, autodenominado Gran Villano Internacional y Maestro del Crimen, aunque realmente se dedique a la venta de plantas y a los arreglos florales. Cierra exclamación! Ya está.
INTERVENTOR (levantando la vista de… em… su tarea habitual. Sí, eso.): ¡Hombre, señor Céspedes! ¡Deshojo los chochos! Eh… ¡De chochos los ojos! No… ¡Los chochos de a ocho!
CÉSPEDES: ¡Pero, oiga! ¿Qué le pasa a usted hoy con los chochos?
INTERVENTOR: ¡Dichosos los ojos!
CÉSPEDES (sentándose en una silla fea pero funcional): Ah, bueno.
INTERVENTOR: Dichosos los ojos que ven ese chocho. ¡Ja!
CÉSPEDES: Mire…
INTERVENTOR: Qué frío hace hoy, ¿eh?
CÉSPEDES: Ya le digo. Han bajado las temperaturas una barbaridad.
INTERVENTOR: Ciertamente, ciertamente. Esta mañana no me encontraba ni la picha, del frío que hacía. Fíjese, fíjese, fíjese.
CÉSPEDES: Me hago cargo. Bueno, ahora que hemos roto el hielo…
INTERVENTOR: ¡No me lo diga! Ha venido a solicitar un préstamo.
CÉSPEDES: ¡Sí! ¡Eh, menudo máquina! ¿Cómo lo ha sabido?
INTERVENTOR: Porque me lo dijo usted ayer. Nos encontramos en la frutería. Usted llevaba un manojo de berros en la mano. ¿Está tonto o qué le pasa?
CÉSPEDES: ¿Me lo da, o qué?
INTERVENTOR: ¡Eje! ¡Pare el carro, campeón! Usted sabe que estas cosas no van así. Debo hacerle unas preguntas antes de entrar en materia. Yo es que soy más bien clasicote, ¿sabe usted?
CÉSPEDES: Ah, ya. Conocernos antes y tal. Vale.
INTERVENTOR: Vamos a ver. ¿Ha visitado Munich alguna vez?
CÉSPEDES: ¿Esa información es relevante para que le concedan a uno un préstamo?
INTERVENTOR: No, pero sentía curiosidad. Segunda pregunta: ¿Para qué quiere usted la pasta? Porque es un montón de pasta, así que más le vale que sea para algo realmente importante, como, no sé, como construir una reproducción a tamaño real de la Giralda con palillos de dientes, o comprar unas alpargatas de platino y diamantes, o pagar la comunión de su chiquillo, por ejemplo.
CÉSPEDES: ¿No le parece demasiado dinero para una comunión, oiga?
INTERVENTOR: Todo es poco para su chiquillo. Su hijo se merece eso y más.
CÉSPEDES: ¿Y eso?
INTERVENTOR: ¿Su hijo no es el príncipe heredero de Escocia?
CÉSPEDES: ¿Eh? No, no. Vamos, creo que no. Mmm… Ahora ya me ha puesto usted en duda. Como ese mocoso nunca me cuenta nada…
INTERVENTOR: ¿Piensa alargarse el pene?
CÉSPEDES: No, no, desde luego que no. ¿Tan caro vale un alargamiento de pene?
INTERVENTOR: Lo dudo, pero me pareció un buen momento para sacar el tema a colación. ¿Para qué quiere la pasta?
CÉSPEDES: Bueno, ejem, es que tengo un proyecto empresarial en mente…
INTERVENTOR: Ya veo lo que quiere decir. Piensa ampliar la floristería. Comprar el local de al lado y echar el tabique abajo. O echar el tabique abajo sin comprar el local de al lado. Total, si es un local de ensayo. ¡Putos melenudos! Anda y que se jodan.
CÉSPEDES: No tiene nada que ver con la floristería. Vera, ejem, usted me conoce desde hace años, y ya sabe que llevo un tiempo considerando destruir el mundo…
INTERVENTOR: Ah, no, ni hablar. Ni un duro para destruir el mundo. Ya nos jodió una vez, ¿recuerda? Le dimos un montón de pasta para construir un órgano gigante con el que contactar con alienígenas beligerantes. ¿Y qué pasó? ¿Vinieron? A mí me parece que no. Yo al mundo lo veo como muy enterito, ¿usted no? Además, ¿cómo pretende contactar con extraterrestres tocando “¿Dónde vas, Alfonso XII?”?
CÉSPEDES: Hombre, como esa canción la conoce todo Cristo…
INTERVENTOR: Lo dicho; ni un puto duro.
CÉSPEDES: No se precipite. Esta vez tengo un plan infalible.
INTERVENTOR: No me venga con esas. Si quiere destruir el mundo, rásquese el bolsillo.
CÉSPEDES: ¿Cree que si yo pudiera afrontar el gasto no lo habría hecho ya? Entre la hipoteca, la letra del coche y las clases de karate de los niños se me hace un poco difícil llegar a final de mes, no digamos ahorrar para una bomba atómica.
INTERVENTOR: Poco iba a hacer con una sola bomba atómica, de todos modos.
CÉSPEDES: Por algo se empieza.
INTERVENTOR: ¿Por dónde empezaría usted?
CÉSPEDES: Tenía pensado empezar por Islandia.
INTERVENTOR: ¿Por qué Islandia? ¿Algún tipo de venganza personal?
CÉSPEDES: Porque me da mucha rabia. ¿A usted no le da rabia Islandia?
INTERVENTOR: A mí Islandia me la trae al fresco. Lo que no soporto es el Mar Báltico. Me pone de los nervios. Cada vez que alguien lo mienta me pongo enfermo. Se creerá muy guay, el puto Mar Báltico.
CÉSPEDES: ¿Me da la pasta ya, o…?
INTERVENTOR: Los cojones.
CÉSPEDES: ¿Sabe? Cuando domine el mundo se arrepentirá de esto.
INTERVENTOR (chulito): ¿Ah, sí?
CÉSPEDES: Sí. Le voy a hacer una putada muy gorda. Le voy a… a rayar el coche. Eso es. Cuando domine el mundo, le voy a rayar el coche. Y le voy a meter notas obscenas en el buzón. ¡Se va a cagar, cuando domine el mundo!
INTERVENTOR: ¿No pensaba destruirlo?
CÉSPEDES: Depende del día. Los grandes villanos también somos seres humanos, con nuestros altibajos y todo. Un día quieres destruir el mundo, otro dominarlo. Hace un rato quería destruirlo. Después dominarlo. Ahora, otra vez destruirlo.
INTERVENTOR: Oiga, ¿y ha pensado qué va a hacer después de destruirlo? ¿Dónde va a vivir?
CÉSPEDES: Joder, pues anda que no hay sitios. No sé… ¿En Connecticut?
INTERVENTOR: ¿No piensa destruir Connecticut?
CÉSPEDES: Hostia, es verdad. Eh… bueno, pues lo destruyo todo menos un cacho. Una parcelita así, no muy grande. Yo me conformo con poco.
INTERVENTOR: ¿Y cómo piensa subsistir? Quiero decir, ¿qué va a comer?
CÉSPEDES: Pues yo que sé. Ya me haré una pizza o algo…


En el próximo episodio, Honorato Céspedes decide pasar la tarde haciendo el mal un rato… ¡pero su mujer sale a comprar y tiene que quedarse con los niños! ¡CHAN-CHAN! Además, la verdadera historia de Mussolini Céspedes, príncipe heredero de Escocia.