lunes, 21 de enero de 2008

Una objección razonable a mis métodos


De entre todos los comentarios que aún estoy esperando recibir, uno me ha sorprendido gratamente por su rara sensibilidad, por su aguda inteligencia, y porque, básicamente, lo he escrito yo mismo haciéndome pasar por otro. Pero eso no quita que esta objección a mi artículo titulado Cómo evitar el día siguiente me haya hecho reparar en un cuestión que había pasado por alto. La carta dice así:

Estimado caballero:
Mi nombre es Sir Charles Harrington III, y después de haber leído y disfrutado su insigne ensayo 'Cómo evitar el día siguiente', una duda ha quedado flotando sobre mi testa como un gato rondando un pudding puesto a enfriar en el alféizar de la ventana. Su sencillo y bien probado método de beber un vaso de agua entre copa y copa resulta útil y fácil de llevar a cabo en reuniones sociales tales como guateques, puestas de largo o celebraciones de quincuagésimos aniversarios, festejos con los que sin duda un gentleman de su clase estará familiarizado,

-Ya te digo.
-Señor, ha de saber que interrumpir una misiva con comentarios inanes como el suyo es señal de mala educación.
-Le ruego me disculpe, Sir Charles, pero en este blog estamos acostumbrados a interrumpirnos continuamente. Prosiga.
...como iba diciendo antes de este lamentable e inútil paréntesis, su método se ha probado de singular eficacia en círculos de confianza pero, ¿qué ocurre cuando hombres de nuestra valía y posición social nos rebajamos a interactuar con el vulgo en lugares públicos como pubs y -perdón por la osadía- discotecas, sitios donde beber cantidades moderadas de agua está inexplicablemente mal visto?
Sinceramente suyo,
Sir Charles Harrington III
Marqués de Penegord

Interesante reflexión la que hace nuestro querido amigo Sir Charles. Efectivamente, un bar no es el sitio idóneo para desarrollar mi método, más indicado para estancias en casa rurales y reuniones familiares en fechas señaladas. Una botella de agua es un objeto de lo más normal en el gimnasio y el puesto de trabajo, en la guantera del coche y en cualquier otro sitio donde llevemos a cabo nuestras actividades cotidianas... pero en un garito se convierte en un elemento inquietante, y nada recomendable si se quiere escapar de las suspicaces miradas de esos ociosos ornitólogos aficionados que no tienen otra cosa que hacer que observar el movimiento migratorio del pájaro farlopero, una avis no tan rara caracterizada por sus frecuentes viajes al aseo más cercano. En este caso, os recomiendo un sencillo cambio de recipiente: la delatora botella transparente por la petaca. Hay que tomar ciertas precauciones, por supuesto: procurad pegarle los lingotazos cuando el bareto esté abarrotado y a una distancia prudencial de la barra, porque si un camarero o el gorila de la puerta te dice que no se puede consumir alcohol traído de fuera del establecimiento y tú le digas que es agüita fresquita y ellos te constesten que sí hombre los cojones, tienes todas las papeletas para acabar en la calle y hay que joderse que era el único bar que cerraba a las seis de la mañana porque tiene licencia de café teatro. Aunque bien es sabido que no es la vista el sentido mejor desarrollado del personal hostelero; lo realmente peligroso es su olfato. Sí, amigos, el camarero de un garito medio tien el hocico de un perro policía. No sabrá distinguir entre el aroma de un Marlboro y el de un Chester, pero está capacitado para calibrar la calidad y procedencia de un tipo determinado de costo en un ambiente cargado de humo, o con qué sustancia está cortado el perico que has mojado en tu Ducados... y me aventuro a decir que a la mayoría no le han dado un cursillo.

P.D.: ¡Hey, chavalotes! El próximo sábado en UN BESO DE BUENAS NOCHES DE MIL DEMONIOS da comienzo el serial matinal que nadie estaba esperando, pero que yo cuelgo porque soy mi propio editor y hago lo que me sale de los huevos, ¿qué pasa?
-No, nada, nada.

Ah, bueno, me creía. ¡No lo olvidéis, muchachos! Una nueva experiencia bloguera que te cambiará de adentro hacia fuera. ¡El próximo sábado día veintiseis!

-¿Qué día?
-El veintiseis.
-Por el culo no me deis. ¡Qué humor!
-Sí, Sir Charles, sí. Ande, tire pa'lante.

2 comentarios:

Silderia dijo...

Lo de hacernos cambiar de a dentro hacia a fuera lo entiendo como una buena cagada, tras un buen atracón en un antro de mala muerte.

Me he reído con tu última creación, te digo lo mismo que tú me dices, al leerlo hay que estar muy bien entrenado en el arte del buzo. Aguantan hasta tre minutos sin respirar bajo el agua, o más.
Tampoco me ha dado por comprobar en carnes lo que aguanta un cuerpo humano sin respiración, antes de caer inconsciente al suelo y completamente morado.
La petaca es una burda copia de lo que haces, pero con otra sustancia alcohólica, en cierto bar un tanto alternativo.
A todo esto, el curso de aprendizaje era para los perros o para las avis cocainus o bulgarmente llamadas farloperas, a ciertas horas de la noche ya no distingues, por lo tanto el nombre te da lo mismo, sabes que coloca y eso es lo que importa.
En cuanto a que no esté bien visto que una botella de agua se consume en ciertos locales, será para tí na más, verdad. Los pastilleros consumen grandes cantidades de agua y los besugos, la necesitan para poder respirando. Porque las burbujas de la colacola no causan el mismo efecto.
Un cordial beso y saludo tu amante lenesia.
PD: Me parece penoso que tú mismo te hagas un comentario.

Rocío. dijo...

Marqués de Penegord???
Me he estado riendo dos minutos seguidos sin parar. Muy bueno.
Hoy no me extiendo. Que me acabo de levantar, y extenderse tan temprano es como de mala educación no??
No apoyo la moción de agua en petaca. Es un riesgo innecesario. Ya que llevas una petaca, la sacas en un garito, te arriesgas al momento fatiguita y demás... como no sea un Cardúúú es pa matal- te.

Besines!!!!!!!!!!!!