-¡Coño! -exclamó Wesley, el sobrino tarambana de Sir Charles Harrington III, cuando derramó por accidente el vaso de whiskey sobre su chaqueta de tweed nueva.
En seguida miró a su alrededor, para comprobar con desagrado que a ojos de las damas había pasado de ser el soltero más atractivo de la comarca al más prometedor tema de conversación de la mañana siguiente.
-¿He dicho "¡Coño!"? -dijo Wesley.
-Dos veces, con ésta -contestó la urraca de Lady Wollstonecraft.
-Ustedes disculpen. Quería decir "¡Parteexternadelaparatogenitalfemenino!"
De todas formas, la gerencia del club ya llevaba días planteándose su expulsión a causa de cierto lamentable incidente en el que se encontraban implicadas la hija menor de Lord Axelrod y una mesa de billar.
3 comentarios:
Las carga el diablo. A las mesas de billar, digo.
Las mesas de billar son muy suyas, no les gusta que hagan cosas raras sobre ellas, sobre todo si las tomas como mesitas de te con bordes, que son ideales para que no se caigan las tazas al suelo durante una sacudida de tierra.
A mí las me revientan son ésas que no tienen boquetes en las esquinas... ¿Van de guays, o qué?
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