lunes, 2 de junio de 2014

Una queja de la Asociación de Gente Pequeña que se Traslada a Hombros de Otra Gente

Reconstrucción dramatizada del momento de la fundación de la Asociación que nos ocupa

Estimadas señorías, coliflor con nata de esta sociedad, etc.:
Hacía tiempo que no recibía un correo escrito por mí mismo con un nombre falso, así que imaginaos mi sorpresa cuando esta mañana encuentro esto en mi bandeja de entrada:

Vamos a ver, caballero:
Antes de presentarme, me gustaría decirle que es usted un mentecato y un gañán. Una vez dicho esto, procedo sin más introitos a la presentación. Mi nombre es Augusto Bigudí, de la firma Borceguí, Bigudí y Berbiquí Abogados. Puede que le suene nuestra compañía; una vez nos contrató para defenderlo a usted. ¿No lo recuerda? El sacerdote de su parroquia lo denunció por aprovechar la intimidad del confesionario para rasurarse los testículos.

-Ah, jaja, sí.

¡Pero, oiga! ¿Cómo se atreve a interrumpir mi correo, imbécil?

-Hombre, como lo estoy escribiendo yo haciéndome pasar por usted, creí…

Creyó, creyó… ¡Creyó que podía jugar a ser Dios, ¿verdad?!

-Yo lo único que quería decir es que, bueno, pensé que el cura no iba a ir por ahí contando el incidente. Por todo ese rollo del secreto de confesión, ¿sabe?

Permítame aclararle que su punto de vista resulta erróneo. Todo lo que se haga en un confesionario no debe considerarse forzosamente un acto de confesión, como, por ejemplo, dejar el compartimento lleno de vello corto y acaracolado y restos de espuma de afeitar. Si es que ni siquiera se dignó a tirar la maquinilla desechable a una papelera, so guarro.

-Eh, pare el carro, colega, que recuerdo perfectamente haberla dejado en un recipiente de esparto o de paja o de algo así.

Era el cestillo de los donativos, imbécil.

-¿Y cómo coño pretende que yo lo supiera? ¡Si era igual que los que ponen en los chiringuitos para tirar las servilletas de papel usadas!

Sí, ya. Utilizamos esa justificación a modo de defensa cuando el monaguillo testificó en su contra. Y pensar que el pobre páter creyó que había conseguido reconducir a otra oveja descarriada cuando lo vio entrar a usted por la puerta de la iglesia… ¡Imagínese el sofocón que se llevó cuando minutos más tarde le sorprendió perfilándose las ingles! ¡Merluzo! De todas formas, a lo mejor la cosa no habría pasado a mayores si usted no se hubiera empeñado en enjuagarse los restos de espuma y la sangre del corte que se hizo en el escroto en la pila del agua bendita, delante de de dos beatas de noventa años.

-Usted habría hecho lo mismo en mi lugar. Era agua bendita; lo lógico es pensar que la herida cicatrizaría antes. Después descubrí que me equivocaba. Esa agua bendita era una estafa, y así se lo comuniqué al Obispado. No sé en qué quedó la cosa, si le trasladaron la queja a su proveedor o qué.

¡Ingenuos de nosotros, que pensamos que teníamos un caso ganador cuando cruzó la puerta de nuestro despacho! Estaba malherido, ¿recuerda? En nuestra profesión tenemos un lema: “Cliente sangrante, abogado triunfante”. Pero después resultó que había sufrido un accidente de ciclomotor cuando se dirigía a nuestro bufete. Según usted, por no atropellar a una gacela de Thomson.

-Tal como yo lo veo, fue un acto de heroísmo. Podíamos haber quedado maltrechos la gacela y yo, pero decidí dar un peligroso viraje y al final fui yo el único que acabo dentro de aquella escombrera llena de azulejos rotos.

Bueno, pues la versión de múltiples testigos oculares fue ligeramente distinta. Usted iba tan tranquilo conduciendo y de repente le dio un avenate y se lanzó de cabeza a la escombrera cual kamikaze. Nadie más vio a la gacela en las inmediaciones del accidente. De hecho, después de una ardua investigación, se descubrió que la gacela de Thomson más próxima se encontraba a seis mil kilómetros del lugar del siniestro, que, por otra parte, es donde las gacelas de Thomson suelen estar. Se las ve rondar por la zona de Tanzania, ¿sabe? En esencia, no son una especie nómada.

-Sí, bueno, ¿sabe lo que pasa? Que aquella mañana yo tenía el estómago prácticamente vacío. Solo había desayunado un café y un tripi, así que imagínese. Quizá debería haberme tomado además una tostada con mantequilla o una magdalena, pero ese día me levanté con poco apetito, y me dije, “Bah, con el café y el ácido lisérgico voy que ardo hasta la hora del almuerzo”. Una bajada de tensión, eso va a ser.

Afortunadamente, como somos un bufete muy bueno, y además al juez le dio usted lástima porque habían tenido que coserle la oreja izquierda, solo le sentenciaron a prestar servicios comunitarios.

-Pues fíjese que fue una de las épocas más felices de mi vida. Me lo pasé fenomenal sustituyendo por vacaciones al mendigo que pide limosna en la puerta de la iglesia.

Bueno,  bueno; abreviando, que no le hemos enviado este correo para hablar sobre antiguos pleitos. Le escribimos como representantes de la Asociación de Gente Pequeña que se Traslada a Hombros de Otra Gente para comunicarle las molestias que ha causado a la antedicha Asociación su publicación titulada Quédate tú con La Cabeza de Alfredo García.

-Un momento, un momento; que en la citada publicación nosotros no hacemos mención a la Asociación de Gente Pequeña que se Traslada a Hombros de Otra Gente, sino a la Asociación de Gente Pequeña que Vive encima de la Cabeza de Otra Gente.

Ya, bueno, pero los miembros de la Asociación que representamos se han dado por aludidos. Entre usted y yo, no se imagina cómo son estas minorías; están deseando darse por aludidas por cualquier cosa para montar un circo.

-Oiga, ¿no se ha planteado que utilizar vocablos como “minorías” y “circo” en este contexto puede resultar ofensivo para la Asociación que ustedes defienden?

Eh, eh; no pretenda darle la vuelta a la tortilla, que nosotros somos abogados y sabemos un huevo de jerga técnica, alegaciones, recursos y mierdas de esas.

-Bueno, bueno; no se pique.

Es que me pone usted de los nervios. Como le iba diciendo, nuestros representados se están planteando interponerle una demanda por, cito textualmente, “frivolizar con un tema tan serio y tan poco conocido como la gente pequeña que se sirve de gente de estatura media para trasladarse de un punto A a un punto B”. Por si fuera poco, el presidente de la Asociación de Gente Pequeña que se Traslada a Hombros de Otra Gente da la casualidad que tiene debajo al presidente de la Asociación de Gente de Estatura Media que Traslada a Hombros a Gente Pequeña, y están estudiando interponerle una demanda conjunta. Ítem más, la mucho más minoritaria Asociación de Gente Muy Alta que Traslada a Hombros a Gente de Estatura Media que Traslada a Hombros a Gente Pequeña se está planteando sumarse a la demanda. Y puede darse con un canto en los dientes si el asunto no llega a oídos de la Asociación de Gente Muy Alta que se Traslada a Lomos de un Rinoceronte Trasladando a Hombros a Varias Personas de Estatura Gradualmente Decreciente, que en realidad es una entidad muy pequeña pero con muy mala leche.

-Pero, bueno, ¿se puede saber qué hemos hecho nosotros para ofender a tanta gente a caballito?

Amigo, le aconsejamos que ni se le pase por la cabeza referirse a ellos como “gente a caballito” en caso de juicio; podrían acusarle de trato vejatorio. Por otra parte, podría meterse en problemas con la Asociación de Gente a Caballito, que va a lomos de caballos pequeños.

-De caballos pequeños… ¿se refiere a ponis?

¡Pero, hombre, por Dios, qué insensatez! Se le va a caer el pelo como se le ocurra llamar “poni” a un caballo pequeño.

-Eh… ¿por si se molesta la Asociación de Gente que va a Lomos de un Poni?

Esa Asociación no existe; y si existe le da vergüenza reconocerlo públicamente. Nada de eso; se le puede usted ganar porque la Asociación de Caballos Pequeños que va a Lomos de Caballos de Estatura Media…

-Oiga, ¿sería usted tan amable de decirme de una puta vez qué cojones pretende de nosotros la Asociación de Gente Pequeña que se Traslada a Hombros de Otra Gente?

Por lo pronto, una rectificación inmediata. Nuestros defendidos no “viven” encima de otra gente, solo se trasladan en el marco de una transacción comercial cuyo ámbito legal está perfectamente establecido. La gente pequeña paga un una determinada cantidad de dinero a la gente de estatura media en concepto de gastos de transporte. Realizado el trayecto, el señor pequeño se baja, y el señor de estatura media o bien se dedica a sus quehaceres diarios, o bien espera en la puerta al señor pequeño si este va a hacer un recado de corta duración, o bien queda con él a una hora estipulada para recogerlo. A veces, el trasladado le puede comprar al trasladante un paquete de tabaco o una palmera de chocolate en concepto de dietas o regalías, todo ello de manera escrupulosamente legal y sujeto a las retenciones vigentes. Por otra parte, en su difamatorio texto da a entender que nuestros representados van de pie encima de la cabeza de otra gente, e incluso se atreve a afirmar que se agachan cuando su socio pasa bajo el quicio de una puerta. Tal afirmación es completamente descabellada. ¿Sabe lo que tiene que juntar los pies un señor pequeño para mantenerse de pie encima de la cabeza de otro señor, aunque, como usted dice en su abominable libelo, “calce un 25”? Por no hablar de lo complicado que resulta mantener el equilibrio en tales circunstancias. Tiene suerte de que la Asociación de Gente Pequeña que hace Equilibrismo encima de la Cabeza de Otra Gente esté de gira en estos momentos, si no se iba a enterar usted. Por último, pero no menos importante, la insinuación de que la gente pequeña se entretiene en observar los piojos del señor que tiene debajo puede acarrearle por sí sola una demanda por injurias y calumnias. Sepa usted que nuestros representados suelen llevar traje y corbata, y algunos hasta monóculo y bombín, y leen el Financial Times mientras son trasladados del punto A al punto B por sus socios, que no habitúan a ir tan bien vestidos pero tienen un porte más que digno y están completamente desparasitados por muy temprano que se levanten, y esto es así desde los tiempos de la ya extinta Asociación de Gente que Tira de una Cuadriga Ocupada por una Torre Humana.

Así que, o se retractan de sus palabras, o les metemos un puro que se van a cagar usted y todos sus compañeros, usted primero.

Con nuestros mejores deseos de que se la pique un pollo,
Augusto Bigudí

Borceguí, Bigudí y Berbiquí Abogados

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