Estimados cómplices:
Podría decir, sin temor a exagerar, que el sketch humorístico es mi forma de arte preferida. Ante todo, soy un gran admirador de la escuela inglesa, que tanto ha hecho por espabilarme el alma. El hombre en mostrador es uno de los argumentos más clásicos del sketch; de hecho es tan antiguo que ya los Monty Python en su opus magna Flying Circus (1969-1974) intentaron alejarse todo lo posible de este tipo de comedia, a pesar de lo cuál nos legaron algunas inolvidables piezas dentro del subgénero, como la de la quesería sin absolutamente ninguna clase de queso y la del loro muerto, cénit y a la vez deconstrucción del modelo hombre en mostrador (¡Graham Chapman, disfrazado de militar, aparecía para detener el sketch, que según él se había convertido en un sinsentido!). El que os dejo a continuación es una de mis muestras de hombre en mostrador favoritas, gracias al enorme talento de esos dos cachos de genio llamados Stephen Fry y Hugh Laurie.
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