sábado, 18 de abril de 2020

Contento me tienes

Traducción: ¡Mentecato! ¡Burricalvo! ¡Grillo cebollero!

El Apocalipsis según se mire. Capítulo 20.

Pues nada, ahí estaba mi menda, de nuevo cara a cara con el mismísimo Dios, que me miraba como si me hubiera sorprendido dibujando gafas y bigotes en La Última Cena de da Vinci.
—¡¡¿En qué estabas pensando?!! ¡¡Eres el nuevo Mesías!! ¡¿Qué esperabas encontrar en el Infierno, aparte de la condenación eterna?! ¡¡¿Y qué se supone que estás haciendo ahora?!!
—Disculpa, oh, Magnánimo, no quiero parecer irrespetuoso, pero es que mi pica un... ¡¡Un momento!! ¡¡He recuperado mis genitales!! —Miré hacia el techo— ¡Gracias, Señor!
—¡Que estoy aquí! —bramó Dios mientras yo me desabrochaba la bragueta.
—¡Mis largamente añorados cojones! ¡Porque sé empíricamente que no alcanzo, que si no me los comía a besos!
—¡Vuelve a meterte la chorra dentro de los pantalones y atiéndeme!
—Lo siento, Señor, no he podido contenerme. ¿Puedo dejarla fuera un ratito?
—¡No, no puedes! ¡¿Cómo pretendes dejar tu miembro viril al aire en presencia del Creador del Universo?!
—Hombre, como ya hay confianza y eso...
—¡Que te guardes el pajarito he dicho!
—No te preocupes, amiguito. En cuanto se dé la vuelta el señor malo te saco otra vez.
—¡No le dirijas la palabra a tu verga! ¡Y lávate las manos! ¡Arf! —Dios se desplomó sobre su silla.
—¿Te encuentras bien, oh, Alfa y Omega y demás letras griegas que van en medio?
—¡Arf! Creo que me está dando un infarto.
—¡¿Qué?! ¿Tal cosa es posible?
—No sé, es la primera vez. No, miento; me dio un amago de angina de pecho cuando lo de Sodoma y Gomorra. ¡Arg! —dijo antes de caer al suelo.
Afortunadamente, sé cómo reaccionar adecuadamente en estos casos. Así que lo primero que se me pasó por la cabeza fue agarrar la puerta y salir corriendo como alma que lleva el diablo. Pero después comprendí que no podía dejar al viejo ahí tirado.
—¡Señor! ¡Oh, Señor, perdona a este necio pecador! —Y empecé con la reanimación cardiopulmonar—. Despiertadespiertadespierta... ¡Ay, joder! ¿Y ahora qué hago? ¡He matado a Dios de un disgusto! Si Nietzsche levantara la cabeza, seguro que se pagaría una ronda... Mierda, voy a tener que hacerle el boca a boca... con lo que le gustan a este hombre los arenques... A ver cómo era... le echo la cabeza hacia atrás... A mi tía la monja le va a dar un telele cuando se entere de esto...
—Detente —dijo Dios.
—¡Pero, coño! Uf, Señor, menos mal que te has espabilado a tiempo. Ahora comprendo el alivio que debió sentir Abraham cuando detuviste su mano justo antes de sacrificar a su hijo.
—Anda, anda, no exageres.
—¿Estás bien?
—Perfectamente. No veas qué cara se te ha quedado. —Y volvió a su silla.
—¿Y qué esperabas? ¡Te habías quedado tieso!
—Te estaba poniendo a prueba, hijo —admitió el Creador.
—¡¿Qué?! ¡¿Me estás diciendo que todo era una puta broma?!
—No. Me he provocado un infarto de verdad. Es un truco sencillo comparado con lo de hacer aparecer un universo de la nada.
—¡Pues permíteme decirte que como prueba me ha parecido bastante cutre! ¿Eso es lo que hacías en los tiempos del Antiguo Testamento? ¿"Construye un arca, Noé, que va empezar a chispear, y agárrame que me va a dar un jamacuco"?
—Anda, siéntate. Me parece que a los dos nos hace falta tranquilizarnos un poco. —Y sacó de un cajón de su mesa dos vasos y una botella de whiskey de esas cuadradas sin etiqueta.
—¿Te vas a explicar? —pregunté sentándome frente al Creador.
—Hijo mío, eres un poco cabrón —dijo Dios cargándome el vaso—, pero es probable que todavía haya esperanza para ti. Te he puesto en medio de una situación extrema y has obrado tolerablemente...
—Sí, bueno, creía que el Hacedor de Todas las Cosas la iba a espichar. Menudo numerito. A ver con qué cara se lo iba a contar yo al resto de la especie humana.
—Aunque has tardado un poco en reaccionar... —señaló insidiosamente el Altísimo.
—Bueno, a lo mejor, como ya no soy un ángel sino un muerto normal y corriente, me he... ah, dejado llevar por mis malos instintos y tal... pero, bueno, al final, eh... creo que te he tomado cierto afecto, y eso.
—No... me gusta decir esto, pero es probable que toda esta aventurita tuya en el Averno te esté sirviendo para dejar de lado tu irritante egoísmo y preocuparte un poquito por los demás... y, por ende, ser mejor persona.
—¿Ah, sí?
—Pero no podemos pasar por alto que has arrastrado contigo a uno de mis arcángeles...
—Oh, por Uriel no te preocupes. Se está haciendo todo un hombrecito.
—...y que andas por ahí con unas compañías femeninas nada aconsejables.
—¿Quién, Marcia? ¿Está buena, eh? —Carraspeé— Quiero decir, no es tan bruja como parece... Un poco resistente a mis encantos, pero...
—Tú no la conoces. No está en el Infierno por robar unas monedas del cepillo de la iglesia.
—No me importa su pasado. Yo la acepto tal y como es —declaré.
—Qué conmovedor. Pero, ¿sabes?, una diablesa del Infierno no es el tipo de chica que puedas presentar a tus padres.
—Supongo que no, pero... bueno, no tienes nada que temer. Lo nuestro no va a ningún lado. En realidad, ella no está en absoluto interesada en mí.  Solo quiere llevarme ante su jefe porque... bueno, no sé que tendrá que decirme el viejo cornudo...
Dios se pasó la mano por el rostro.
—Ay... No puedo creer el lío en que te has metido.
—Señor, yo solo... he hecho mi propia elección —me defendí—. Puedo admitir que, a lo mejor, alguna vez  las cosas se me han ido un poco de las manos...
—Sí, a lo mejor. Por lo pronto has conseguido que te maten. Qué inconveniente, qué... incidencia más molesta, ¿verdad? 
—Nada que no se pueda arreglar... ¿No? —inquirí—. Quiero decir, para dos tipos como nosotros, con poderes cósmicos y tal…
—¿Por qué supones que voy a dejar a mi futuro Mesías volver al Infierno para entrevistarse con el Adversario?
—¿Y cómo pretendes que tu futuro Mesías predique tu Palabra si su cuerpo inerte reposa en el Infierno?
—Podría bajar yo mismo a recogerlo.
—¿Tú? ¡Si tú no puedes ver el Infierno ni en pintura! ¿Me equivoco? Además, me da la impresión de que en el barrio no eres precisamente popular. Seguro que te apedrean nada más asomar tus blancas barbas por allí.
Dios frunció el ceño. Yo me atreví a esbozar una leve sonrisa de triunfo.
—Tienes una oportunidad. Traes a Uriel sano y salvo y te libras de Marcia Hellstrom.
—Trato hecho —convine—. Y ahora, ¿qué? ¿Tienes por ahí algún manual del tipo "Resucítese usted mismo"?
—No, no. Tú solo hazlo igual que te enseñé a resucitar a otros.
—¿Y he de esperar un tiempo prudencial o algo? —dije levantándome de la silla—. Tengo entendido que tu Hijo tardó tres días en volver al mundo de los vivos.
—Sí, bueno, no veas tú lo que me costó convencerlo de volver allí abajo.
—Muy bien. Las palabras mágicas. ¡Levántate y anda! —Y nada pasó—. Eh, Señor, creo que no funciona.
—En principio, no debería haber problema para que volvieras a tu cuerpo. De todas formas, déjame echar un vistazo con mi tercer ojo... —Lo miré boquiabierto— ¡Que no es el que tú imaginas! Joder, hay que aclararlo todo aquí. A ver.
Dios cerró sus dos ojos de diario e hizo aparecer un tercero en medio de la frente, lo cual daba un poco de grima.
—Mmm... ay —dijo el Señor.
—¿Cómo que "ay"? ¡No me digas que ya me han incinerado! ¡Qué gente!
—No, no, tú cuerpo está en perfectas condiciones. Bueno, en perfectas condiciones... Como lo tenías antes de abandonarlo, quiero decir...
—¿Sí?
—Pero, eh, siempre es difícil decir esto...
—¿Sí?
—Tu cuerpo ha sido, ah, poseído por un demonio —dijo el Señor—. Que ya son ganas de poseer, por otra parte.
—Bueno, mientras no se esté introduciendo un crucifijo por el ojete ni nada parecido...

No hay comentarios: