jueves, 26 de mayo de 2011

Secreto de Estado encontrado en un buzón

Instantánea del infame líder terrorista momentos después de su deceso



Ítem: Cinta de casete BASF de 60 minutos, 30 por cada cara.
Contenido: Conversación telefónica entre dos personas de identidad desconocida, que bien podrían estar en pijama. En la cara B, cinco éxitos de Rafael Farina (‘Por Dios que me vuelve loco’, ‘A Barcelona llegan los olés’, ‘Piensa ser buena y honrá’, ‘Un fandango informativo’ y ‘Como una jaca campera’).
Remitente: Incierto. Los primeros indicios apuntan a Julián Lasáñez, Fontanero Económico, según la papeleta fotocopiada que encontramos en el buzón junto a la cinta de casete.
Transcripción:

¡RIIIIIING!
-Buenas tardes, dígame.
-Buenos días. ¿Son los malos?
-¿Los malos, nosotros? No, qué disparate.
-Pues me han dado este número. ¿Está usted seguro, oiga?
-Segurísimo. Nosotros somos los buenos.
-Ah. Debo de estar llamando a un número interno, entonces.
-Me extraña, porque aquí sólo tenemos un teléfono y es de góndola, no le digo más.
-Pues aquí tenemos muchos. Yo mismo tengo dos, fíjese, uno de ellos inalámbrico.
-Vamos a ver si nos aclaramos. ¿Desde dónde llama usted?
-¿Yo? Desde el Mundo Libre.
-Ah, ya. Pues nosotros somos los Integristas.
-Ah, ¿ve usted? Si ya decía yo que este prefijo no me sonaba de nada.
-Bueno, hombre. ¿Y qué tal?
-Pues nada, aquí, tirando. ¿Y ustedes?
-Como siempre.
-Bien, bien.
-¿Nos llamaban por algún asunto en particular?
-Naturalmente, naturalmente. Eeeh… que si se han enterado de que hemos matado a su líder.
-¿Ah, sí? Mmm…
-Oiga, ¿me está prestando atención?
-Usted disculpe, es que estaba chateando. ¿A quién dice que han matado?
-A su líder.
-¿A nuestro líder? Qué raro. Si me acaba de enviar un power point.
-¿Cómo dice?
-Ah, no disculpe, que es de ayer.
-Pues menos mal, oiga. Menudo susto me ha dado.
-Culpa mía. Creía que hoy era lunes.
-No, no. Es martes. Uf, qué alivio.
-¿Sí?
-Hombre, figúrese. Ya le hemos dicho a todo el mundo que su líder está muerto. Imagínese usted que tuviéramos que rectificar, ahora que ha salido por la tele. “Que no está muerto, que está enviando un power point”. Qué bochorno.
-Sí, jaja.
-Pues eso, que sepan que hemos descabezado a su organización terrorista.
-Jajajaja.
-¿Le hace gracia?
-No, no; me río con el power point.
-¿Tan gracioso es?
-Ni se lo imagina. ¿Quiere que se lo envíe?
-Si no es mucha molestia…
-Qué va, hombre, para nada. ¿Se lo envío a la cuenta de correo donde les mandamos los comunicados de reivindicación de los atentados?
-No, a ésa no, que no la miramos nunca. Se llena de spam, ¿sabe?
-Voy a ver si tenemos otra… ¿mundolibre1776 es de ustedes?
-Sí, sí.
-Espere, que se lo envío.
-Bien, bien. Mmm… mmm… Strangers in the night…
-¿Le ha llegado?
-Sí, sí. Le estoy pasando el antivirus.
-Qué desconfiados son ustedes, caramba.
-Hombre, como para fiarse. Como no nos han hecho ustedes putadas ni nada...
-Pues anda, que ustedes a nosotros...
-Lo estoy abriendo. Ah, jajaja, qué bueno.
-¿A que sí?
-Buenísimo. Se lo voy a reenviar al presidente, con eso se lo digo todo.
-Oiga, ¿y cómo ha sido?
-¿El qué?
-Lo de matar a nuestro líder. ¿Cómo lo han encontrado? Si llevaba años dándoles esquinazo.
-¿Sabe lo que pasa? Que es un asunto de Estado y está clasificado como alto secreto.
-Entiendo.
-Pero mire, me ha caído usted bien, así que se lo voy a contar, qué cojones.
-Cuente, cuente.
-Como sabrá, llevábamos mucho tiempo dando palos de ciego, pero la semana pasada la Ramona nos informó de que su líder se estaba ocultando en una cueva en medio del desierto.
-¿La Ramona? ¿Es una rama de sus servicios secretos?
-No, no, qué va; es nuestra frutera, que lleva pa’lante la vida de todo el mundo.
-Pues tenía razón la frutera esa, ¿sabe? Pasó mucho tiempo escondido en una cueva.
-Ya verá lo contenta que se va a poner la Ramona cuando se lo diga.
-Anda, que no era nadie nuestro líder ocultándose. Un hacha, era.
-Sí, claro, porque a ustedes les convenía, pero a nosotros nos tenía fritos. ¿Sabe lo que más temíamos? Que un día se le ocurriera afeitarse.
-No crea que no se lo sugerimos. Le decíamos, “Líder, seguro que si se quitara la barba pasaría desapercibido”. Pero decía que no, que llevaba mucho tiempo dejándosela crecer y que le daba lástima.
-Normal.
-Continúe, que nos estamos desviando del tema.
-Ah, sí, sí. ¿Por dónde iba?
-La cueva. La Ramona.
-Ah, ya. Pues eso, que le hicimos caso a la Ramona, porque, total, de perdidos al río, así que cogimos y nos fuimos a su tierra de usted…
-¿Ha visitado usted mi tierra?
-Sí, sí.
-¿Qué le ha parecido? Sea sincero.
-Ah, muy bien. Muy bien todo, sí.
-¿En serio?
-De verdad. Hombre, mucho calor, eso sí.
-Qué me va usted a contar.
-Y eso que íbamos en pantalones cortos. Nos daban las siete cosas nada más de verlos a ustedes, con las túnicas hasta los pies y los turbantes. Deben de ir todo el día escocidos.
-Imagínese. Se nos irritan las ingles una barbaridad.
-¿Qué pomada utilizan? A mí es que hay algunas que me dan alergia.
-Pomada no, ninguna.
-Eso, ahí, con dos cojones. Oiga, ¿no les interesaría entrar en nuestros servicios secretos, o en nuestro ejército? Necesitamos hombres como ustedes, de los que se afeitan en seco.
-Jajaja, qué gracioso es usted. No, ¿sabe lo que pasa? Que nuestro libro sagrado nos prohíbe el uso de cualquier pomada o ungüento para mitigar los escozores.
-Qué libro sagrado tan tonto tienen ustedes.
-Oiga, no empecemos. Con lo bien que íbamos, hombre.
-Disculpe, disculpe. Pues eso, que en su tierra muy bien, pero ya le digo, la próxima vez me llevo las bambas y un gorro con visera.
-Si es que han venido en muy mala época. La próxima vez consulten la previsión meteorológica, que se puede mirar por el ordenador.
-No, si ya. Nosotros nos hubiéramos esperado hasta mediados de otoño, que refresca y eso, lo que pasa es que teníamos bulla, ¿sabe? Por lo de matar a su líder, digo.
-Claro, claro. Entonces, vinieron a mi tierra…
-Sí, sí. Total, que llegamos y estuvimos buscando cueva por cueva… Que anda que no hay cuevas en su tierra ni nada.
-Ni que lo diga. Ahora estamos planteándonos cerrar unas cuantas cuevas y abrir un chino.
-El avance de la civilización es imparable. ¿Y va a ser muy grande su chino?
-Es pronto para decirlo. Todavía hay que acondicionar las cuevas y eso. Lo que no queremos es que entre una señora en busca de una espumadera de plástico y salga con la rabia por culpa del mordisco de un murciélago.
-Sí, claro. Eso aquí nunca pasa.
-Así que imagínese el follón de logística que tenemos ahora.
-¿Sabe? Yo siempre había pensado que los chinos los abrían los chinos propiamente dichos. Nunca había oído hablar de un chino abierto por un integrista.
-Bueno, se podría decir que el nuestro es un proyecto pionero en ese sentido.
-Contratarán a algún chino, qué menos.
-Ah, ni hablar. Nosotros no vamos a meter a trabajar a ningún chino en nuestro chino. Lo que tenemos en mente se parece más a un chino sin chinos, o un chino desachinado, si lo prefiere.
-Ya. Lo que pasa es que abrir un chino sin chinos es como hacerse un bocadillo de chorizo sin chorizo.
-Eso para nosotros no es nada raro. Nosotros los bocadillos de chorizo los hacemos sin chorizo. A ustedes, que son todos muy modernos, les sonará patético, pero es así. Como no podemos comer chorizo, ¿entiende?
-Disculpe, había olvidado que el chorizo les sienta mal a ustedes. De todas formas, imagínese que pudiera comer chorizo y pretende hacerse un bocadillo, pero, en vez de meter un chorizo entre rebanada y rebanada, coloca una salchicha. Y entonces sale a la calle y le dice a todo el mundo “Menudo bocata de chorizo me estoy metiendo entre pecho y espalda”, con la punta de la salchicha sobresaliendo del bocadillo, porque, para qué nos vamos a engañar, siempre sobra salchicha, y más en un bocadillo de chorizo. Total, que la gente lo va a ver con su bocadillo de chorizo con salchicha en vez de chorizo y va a pensar, “O este tío es tonto, o sabe algo que nosotros no sabemos”.
-¿Adónde quiere usted ir a parar?
-Hombre, que si la gente ve un cartel que pone “Chino”, y entra y no hay ningún chino, pues a lo mejor se siente estafada.
-Oiga, ¿pues sabe que tiene usted razón? No habíamos caído en ello. ¿Sabe lo que pasa? Que nosotros de atentar y suicidarnos lo que usted quiera, pero de marketing poquito. ¿Qué nos sugiere?
-Digo yo que, en vez de un cartel que diga “Chino”, les vendría mejor colgar uno que dijera “Integrista”. Así la gente que lea “Integrista” y entre y lo vea a usted con su turbante y su metralleta y sus uñas de los pies comidas de mierda de andar todo el día en chanclas por el desierto, dirá “Pues sí, esto está bien”, y no les pondrá una hoja de reclamaciones ni nada, a no ser que un murciélago le pegue un bocado a una clienta, porque entonces se les va a caer el pelo a todos ustedes.
-Ya, pero, mire, es que he pensado que si colgamos un cartel que diga “Integrista”, a lo mejor no entra nadie. Quiero decir, pongamos por caso que una señora va con su hija la casada por el desierto y encuentra nuestro chino y lee “Integrista” en el cartel y dice “Niña, vámonos de aquí, a ver si nos ponen una bomba”, aunque la señora vea que tenemos fuera un expositor con los paraguas y otro con los manteles de hule.
-Ay, qué malos son los prejuicios.
-Y nos lo dicen ustedes, cabrones.
-Bueno, bueno, no nos vamos a chinar ahora. Jajaja…
-Jajaja, qué jodío.
-¿Y cuándo tienen pensado inaugurar el negocio?
-Hombre, el proyecto está ahora mismo muy paradete, la verdad. Nuestros líderes religiosos aún están estudiando si nuestro libro sagrado prohíbe convertir las cuevas en chinos o algo parecido. El contratista está ya que se sube por las paredes.
-Hombre, yo no sé mucho sobre su libro sagrado, pero no creo yo que sea tan específico.
-Pues, mire, ahora que estamos en confianza, entre usted y yo… ¿Hay alguien más escuchando esto?
-No, pero estoy grabando la conversación. Apago el cacharro, si quiere.
-Pues, si no es mucha molestia…
-Qué va, hombre, qué va. Le doy al stop y a tomar por culo.
-No sabe cómo se lo agradezco.
-Hala, ya está. Diga, diga.
-Como le iba diciendo, que esto quede entre nosotros, nuestro libro sagrado está lleno de prohibiciones incomprensibles, por lo visto. Yo es lo que me han contando, porque nunca me ha dado por leerlo, pero el caso es que a nosotros, por ejemplo, no se nos permite ponernos bizcos mientras miramos fijamente un ano, porque eso sería como si miráramos dos anos bajo el mismo techo, y eso es pecado, vaya usted a saber por qué.
-Pero, por lo que sé, su libro sagrado tiene también cosas buenas. ¿No dice que su dios pone no sé cuántas vírgenes a su disposición cuando se mueren?
-No se crea que lo de las vírgenes es para todo el mundo. Eso es sólo para algunos, los que se atan una bomba a la barriga y tíos así, que están más salidos que el pico de una plancha. Pero si te mueres por enfermedad, de paperas o porque te pique un bicho o lo que sea, qué vírgenes ni que ocho cuartos; como mucho, nuestro dios permite que te casques una manola en el más allá, y ahí te las ventiles.
-Pues sí que los tiene puteados a ustedes, su dios.
-Ay, sí, pero hablemos de otro tema, no vaya a ser que nos esté escuchando y me seleccione para un atentado suicida ahora que acabo de pagar la última letra del ciclomotor. Estaban ustedes buscando en cuevas.
-Sí, bueno, pues miramos en un montón de cuevas, como le decía, y no encontrábamos nada. Bueno, en una encontré un billete de mil pesetas.
-Qué suerte.
-Sí. Entonces llegamos a una cueva que olía a tabaco y dijimos “Aquí ha estado alguien”, pero la registramos y estaba vacía, y al salir me pegué un cabezazo con una estalagmita, o una estalactita, que no me acuerdo nunca de cuál es la de arriba y cuál la de abajo.
-Yo tampoco, y eso que vivo aquí.
-Total, que, una vez fuera, le preguntamos a un chiquillo que estaba jugando con un balón de trapo que si en esa cueva vivía alguien, y el chaval me preguntó a su vez que si yo conocía a Maradona, y yo otra vez que si la cueva estaba habitada, y me dijo que sí, pero que los inquilinos se habían ido a su residencia de verano, y fuimos preguntando, pin, pon, pin, pon, y allí que nos plantamos. Y nada, aprovechamos que su líder salió a tirar la basura para calzarle un tiro en la frente. No vea el susto que se llevaron los vecinos.
-Natural. Es que no se lo esperaban.
-Sí, después nos dio cargo de conciencia. Un señor que estaba paseando al perro cambió de acera y todo.
-¿Y qué han hecho con el cadáver?
-Huy, el cadáver, ya verá qué risa.
-Cuente, cuente.
-Bueno, pues nos lo llevábamos a nuestra tierra, ¿sabe usted?, para que nuestra gente lo viera y eso, porque no podíamos llegar allí con las manos vacías y decir, “Lo hemos matado”, porque nos iban a decir, “¿Sí, tú? Venga ya. ¿Con quién te vas a quedar? Vacilón, que eres un vacilón”. Pero claro, íbamos para allá en nuestro barco, y ahora va el cadáver y se cae por la borda.
-Jajaja. Menudos pringaos. ¿Pero cómo se les ocurre dejar el cadáver en la cubierta, hombre?
-¿Sabe lo que pasa? Que llevábamos la bodega llena de fruta. No íbamos a meter el cadáver allí, al lado de los aguacates, para que se pusieran malos. No es higiénico, hombre.
-¿Ve? A nosotros eso nos da igual. Si llegamos a ser nosotros, lo metemos en la bodega y que digan lo quieran.
-Y eso es todo. Pues nada, para que lo sepan. ¿Van a tomar represalias o algo?
-Pues, hombre, me pilla usted en frío. Es que no soy yo el que toma esas decisiones, ¿sabe?, así que ahora mismo no podría decirle. Tendría que consultarlo. Digo yo que, antes de vengarnos, dios o el que sea tendrá que decirnos quién es nuestro nuevo líder. Lo cierto es que no sé muy bien cómo va el rollo de los líderes aquí. Yo de metralletas y eso muy bien, pero de política empresarial...
-Bueno, pues nada, ya nos dirán ustedes algo cuando se aclaren, si eso.
-Cuenten con ello.
-Buenos días.
-Buenas tardes.
-¿Perdone?
-Que buenas tardes. Es que aquí es por la tarde. Por lo de la diferencia horaria, digo.
-Ah, claro. Disculpe que desconfíe. Es que, claro, como siempre están ustedes llevándonos la contraria...
-Claro, claro.
-Buenas tardes.
-Buenos días.