Como no se conocen imágenes de la cofradía a la que hacemos referencia en este artículo, la Administración de este blog les ofrece esta foto de un miembro de la banda de música de otra cofradía diferente.
Estimados hijos de un
chacal sarnoso:
En estos pasados días de
fervor religioso y curdas bajo palio, el Departamento Católico Para Lo Que Le
Conviene de Un beso de buenas noches de mil demonios salió de puente, perdón,
del puente bajo el cual está ubicado su cuartel general y se lanzó cual kamikaze
con el culo en llamas a investigar uno de los mayores enigmas de la Semana
Santa, La Hermandad de Cristo Abrazado a
un Alcornoque, fundada por una misteriosa orden de monjes cerveceros en el año
1915 y clausurada dos días después, cuando, una vez evaporados los efluvios del
alcohol, cayeron en la cuenta de que la
imagen de Cristo que habían tallado se asemejaba poco al clásico retrato del
Redentor de la Humanidad ofrecido por la ortodoxia cristiana.
“La figura, básicamente,
consistía en un oso panda tocando las maracas”, nos contó un conocido
semanasantólogo y Hermano Mayor de una de las más venerables cofradías de la
ciudad, aunque no pisa la misa del domingo desde su primera comunión y no da
una limosna así lo maten.
Este eminente erudito,
al que conocimos en la puerta de un puticlub, prefiere mantener su verdadero
nombre en el anonimato para
evitar críticas y escupitajos en el cogote por parte de la Agrupación de
Cofradías, así que nos referiremos a él con el sobrenombre de Ramón
Pichacórtez. Ramón nos juró por su anciana madre (que prefiere mantener su
verdadero nombre en un cajón de la cómoda, porque cuando se le habla del
anonimato dice invariablemente “¿Anominato? ¿Eso qué es lo que es?”); Ramón,
decíamos, nos aseguró que la prematuramente desaparecida Hermandad de Cristo
Abrazado a un Alcornoque tiene su origen en un bochornoso capítulo el Evangelio
Apócrifo de San Rufo situado justo después del episodio de La Última Cena.
“El de San Rufo es una
pieza codiciadísima por los coleccionistas de evangelios apócrifos”, continúa
el señor Pichacórtez.” Actualmente, solo se conocen dos copias en buen estado:
una la tiene un anticuario de Túnez y la otra se encuentra en el desván de mi
prima Manoli, la de Archidona. Bueno, no sé si seguirá en el desván”, matiza Pichacórtez.
“La última vez que hablé con ella me dijo que estaba pensando colocarla en el
aparador del comedor, al lado de la porcelana buena”. En seguida le preguntamos
si sería posible que su prima Manoli, de Archidona, nos prestara su copia para
estudiarla a fondo. “No creo que haya ningún problema”, nos asegura Ramón, “mientras
le devuelvan el evangelio en buen estado. Hace dos años lo cedió al Obispado
para una investigación y se lo devolvieron con manchas de aceite y oliendo a
churros”.
A continuación, tenemos
el gusto de ofrecerles una transcripción del capítulo del Evangelio de San Rufo
que dio origen a la infame Hermandad de Cristo Abrazado a un Alcornoque.
Extracto del Evangelio Apócrifo según San Rufo.
CAPTÍULO
14, VERSÍCULO 1: Y he aquí que después de la cena Jesús salió de la fonda
haciendo eses y parándose un ratito cada varios pasos para no caerse. 2: Y
viendo que ya se había caído dos veces y que la última le había costado
levantarse, Jesús salió del camino y se internó en el bosque, donde corría
menos riesgo de romperse la crisma. 3: Y he aquí que Jesús vio en el bosque un
robusto y orgulloso alcornoque y pensó que su presencia era una señal de su
Santo Padre, y se acercó al alcornoque y orinó sobre él, y vio que esto era
bueno. 4: Y Jesús se sintió muy aliviado pero después sufrió un vahído y se
agarró al alcornoque para no escoñarse. 5: “Vaya tajada que llevas, Hijo Mío”,
bramó una voz salida del alcornoque. “Padre, ¿eres tú?”, preguntó Jesús. 6: “No,
soy tu prima Juana la de Judea, que hace ventriloquía con árboles, no te jode”.
7: Y Jesús se disculpó diciendo: “Perdona que dude, Padre. Creo que no estoy en
condiciones de discernir qué es real y qué no lo es”. 8: “¿Cuántas ramas ves
aquí?”, preguntó el Padre. 9: “Ocho”, respondió Jesús. 10: “Pues sí que has
abusado de tu sangre, caramba”. “Quizá se me ha ido la mano multiplicando el
vino, Padre”. “¿Quizá, dices? En mitad de la cena te has levantado a lavarle
los pies a todo el mundo. Si eso no es una cogorza como un piano, que baje Yo y
lo vea”. “No a todo el mundo, Padre”,
dijo Jesús. “No, claro. Porque el resto de comensales se ha apresurado a pedir
la cuenta en cuanto te ha visto enjabonar los pies de Santiago. Hijo Mío, eso
no es de estar normal”. 11: “Y también te has pasado multiplicando el pan, ya
que estamos”, se quejó el Creador. “Es que había mucha salsita”, dijo Jesús
bajando la cabeza. “Y ya sabes cuánto me gusta el mojeteo”. 12: “Anda que la
perra que te ha dado con eso de multiplicarlo todo; como si no supieras más
milagros. Vergüenza ajena he pasado con la cara que ha puesto el camarero cuando
habéis pedido solo dos menús para trece personas”. 13: “Uno de carne y otro de
pescado”, dijo Jesús. 14: “Lo dejo pasar porque ayer curaste a tres leprosos y le
prestaste dinero a tu primo Juan”, dijo el Padre, misericordioso. “Pero déjate
ya de multiplicaciones, por los Clavos que te van a poner de aquí a nada”. “No
volverá a ocurrir, Padre”, dijo Jesús, sinceramente arrepentido. 15: Y viendo
que su Hijo, que anteriormente había caminado sin dificultad sobre las aguas, estaba
haciendo un considerable esfuerzo por mantenerse erguido, dijo: “Alguno de tus
amigotes debería haberte acompañado a casa”. A lo que Jesús contestó: “Se lo
pedí tres veces a Simón, al que llaman Pedro, y las tres veces me dijo que no,
que a lo mejor cuando terminara la conga, si eso”. 16: Continuó Jesús: “Al
salir se lo pedí a un tal Pedro, al que llaman Simón, pero resulta que era el
mismo Simón, al que llaman Pedro, que había salido a tomar el fresco y al que
yo confundí con Pedro, al que llaman Simón, porque estaba oscuro y no enfocaba
yo muy bien la vista, y me dijo que dejara de preguntarle de una puñetera vez y
que me buscara la vida. Poco después se lo pregunté a otro Simón, el herrero,
pero me dijo que no se llamaba Simón, sino Pedro a secas, y que no podía
acompañarme porque tenía que terminar unas herraduras para su hermano Simón.
Después me puse a gritar en medio de la calle, ¡Simón!, ¡Pedro!, porque estaba
convencido de que alguien volvería la cara, y he aquí que apareció Simón, al
que con muy buen criterio llaman solamente Simón, pero me dijo que no podía
acompañarme porque tenía que levantarse temprano para ir al registro a
cambiarse el nombre por el de Pedro, que le gusta más. Así que por eso voy
regreso solo a casa”. 17: Y el Padre dijo: “Bueno, pues ve despacito y al
llegar te tomas algo calentito”. 18: Y Jesús hizo caso a su Padre y volvió a
casa despacio y al llegar se tomó un caldo de gallina y se sintió reconfortado
pero de repente se acordó de que uno de sus apóstoles iba a traicionarle y le
dio la bajona.
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