Reconstrucción dramatizada del momento de la fundación de la Asociación que nos ocupa
Estimadas señorías, coliflor con
nata de esta sociedad, etc.:
Hacía tiempo que no recibía
un correo escrito por mí mismo con un nombre falso, así que imaginaos mi
sorpresa cuando esta mañana encuentro esto en mi bandeja de entrada:
Vamos a ver,
caballero:
Antes de
presentarme, me gustaría decirle que es usted un mentecato y un gañán. Una vez
dicho esto, procedo sin más introitos a la presentación. Mi nombre es Augusto
Bigudí, de la firma Borceguí, Bigudí y Berbiquí Abogados. Puede que le suene
nuestra compañía; una vez nos contrató para defenderlo a usted. ¿No lo
recuerda? El sacerdote de su parroquia lo denunció por aprovechar la intimidad
del confesionario para rasurarse los testículos.
-Ah, jaja, sí.
¡Pero, oiga! ¿Cómo
se atreve a interrumpir mi correo, imbécil?
-Hombre, como lo estoy
escribiendo yo haciéndome pasar por usted, creí…
Creyó, creyó…
¡Creyó que podía jugar a ser Dios, ¿verdad?!
-Yo lo único que quería decir
es que, bueno, pensé que el cura no iba a ir por ahí contando el incidente. Por
todo ese rollo del secreto de confesión, ¿sabe?
Permítame
aclararle que su punto de vista resulta erróneo. Todo lo que se haga en un
confesionario no debe considerarse forzosamente un acto de confesión, como, por
ejemplo, dejar el compartimento lleno de vello corto y acaracolado y restos de
espuma de afeitar. Si es que ni siquiera se dignó a tirar la maquinilla
desechable a una papelera, so guarro.
-Eh, pare el carro, colega,
que recuerdo perfectamente haberla dejado en un recipiente de esparto o de paja
o de algo así.
Era el cestillo
de los donativos, imbécil.
-¿Y cómo coño pretende que yo
lo supiera? ¡Si era igual que los que ponen en los chiringuitos para tirar las
servilletas de papel usadas!
Sí, ya.
Utilizamos esa justificación a modo de defensa cuando el monaguillo testificó
en su contra. Y pensar que el pobre páter creyó que había conseguido reconducir
a otra oveja descarriada cuando lo vio entrar a usted por la puerta de la
iglesia… ¡Imagínese el sofocón que se llevó cuando minutos más tarde le
sorprendió perfilándose las ingles! ¡Merluzo! De todas formas, a lo mejor la
cosa no habría pasado a mayores si usted no se hubiera empeñado en enjuagarse
los restos de espuma y la sangre del corte que se hizo en el escroto en la pila
del agua bendita, delante de de dos beatas de noventa años.
-Usted habría hecho lo mismo
en mi lugar. Era agua bendita; lo lógico es pensar que la herida cicatrizaría
antes. Después descubrí que me equivocaba. Esa agua bendita era una estafa, y
así se lo comuniqué al Obispado. No sé en qué quedó la cosa, si le trasladaron
la queja a su proveedor o qué.
¡Ingenuos de
nosotros, que pensamos que teníamos un caso ganador cuando cruzó la puerta de
nuestro despacho! Estaba malherido, ¿recuerda? En nuestra profesión tenemos un
lema: “Cliente sangrante, abogado triunfante”. Pero después resultó que había
sufrido un accidente de ciclomotor cuando se dirigía a nuestro bufete. Según
usted, por no atropellar a una gacela de Thomson.
-Tal como yo lo veo, fue un
acto de heroísmo. Podíamos haber quedado maltrechos la gacela y yo, pero decidí
dar un peligroso viraje y al final fui yo el único que acabo dentro de aquella
escombrera llena de azulejos rotos.
Bueno, pues la
versión de múltiples testigos oculares fue ligeramente distinta. Usted iba tan
tranquilo conduciendo y de repente le dio un avenate y se lanzó de cabeza a la
escombrera cual kamikaze. Nadie más vio a la gacela en las inmediaciones del
accidente. De hecho, después de una ardua investigación, se descubrió que la
gacela de Thomson más próxima se encontraba a seis mil kilómetros del lugar del
siniestro, que, por otra parte, es donde las gacelas de Thomson suelen estar. Se
las ve rondar por la zona de Tanzania, ¿sabe? En esencia, no son una especie
nómada.
-Sí, bueno, ¿sabe lo que
pasa? Que aquella mañana yo tenía el estómago prácticamente vacío. Solo había desayunado
un café y un tripi, así que imagínese. Quizá debería haberme tomado además una
tostada con mantequilla o una magdalena, pero ese día me levanté con poco
apetito, y me dije, “Bah, con el café y el ácido lisérgico voy que ardo hasta
la hora del almuerzo”. Una bajada de tensión, eso va a ser.
Afortunadamente,
como somos un bufete muy bueno, y además al juez le dio usted lástima porque
habían tenido que coserle la oreja izquierda, solo le sentenciaron a prestar
servicios comunitarios.
-Pues fíjese que fue una de
las épocas más felices de mi vida. Me lo pasé fenomenal sustituyendo por
vacaciones al mendigo que pide limosna en la puerta de la iglesia.
Bueno, bueno; abreviando, que no le hemos enviado
este correo para hablar sobre antiguos pleitos. Le escribimos como
representantes de la Asociación de Gente Pequeña que se Traslada a Hombros de
Otra Gente para comunicarle las molestias que ha causado a la antedicha
Asociación su publicación titulada Quédate tú con La Cabeza de Alfredo García.
-Un momento, un momento; que
en la citada publicación nosotros no hacemos mención a la Asociación de Gente
Pequeña que se Traslada a Hombros de Otra Gente, sino a la Asociación de
Gente Pequeña que Vive encima de la Cabeza de Otra Gente.
Ya,
bueno, pero los miembros de la Asociación que representamos se han dado por
aludidos. Entre usted y yo, no se imagina cómo son estas minorías; están
deseando darse por aludidas por cualquier cosa para montar un circo.
-Oiga, ¿no se ha planteado que utilizar vocablos
como “minorías” y “circo” en este contexto puede resultar ofensivo para la
Asociación que ustedes defienden?
Eh,
eh; no pretenda darle la vuelta a la tortilla, que nosotros somos abogados y
sabemos un huevo de jerga técnica, alegaciones, recursos y mierdas de esas.
-Bueno, bueno; no se pique.
Es
que me pone usted de los nervios. Como le iba diciendo, nuestros representados
se están planteando interponerle una demanda por, cito textualmente,
“frivolizar con un tema tan serio y tan poco conocido como la gente pequeña que
se sirve de gente de estatura media para trasladarse de un punto A a un punto
B”. Por si fuera poco, el presidente de la Asociación de Gente Pequeña que se
Traslada a Hombros de Otra Gente da la casualidad que tiene debajo al
presidente de la Asociación de Gente de Estatura Media que Traslada a Hombros a
Gente Pequeña, y están estudiando interponerle una demanda conjunta. Ítem más,
la mucho más minoritaria Asociación de Gente Muy Alta que Traslada a Hombros a
Gente de Estatura Media que Traslada a Hombros a Gente Pequeña se está
planteando sumarse a la demanda. Y puede darse con un canto en los dientes si
el asunto no llega a oídos de la Asociación de Gente Muy Alta que se Traslada a
Lomos de un Rinoceronte Trasladando a Hombros a Varias Personas de Estatura
Gradualmente Decreciente, que en realidad es una entidad muy pequeña pero con
muy mala leche.
-Pero, bueno, ¿se puede saber qué hemos hecho
nosotros para ofender a tanta gente a caballito?
Amigo,
le aconsejamos que ni se le pase por la cabeza referirse a ellos como “gente a
caballito” en caso de juicio; podrían acusarle de trato vejatorio. Por otra
parte, podría meterse en problemas con la
Asociación de Gente a Caballito, que va a lomos de caballos pequeños.
-De caballos pequeños… ¿se refiere a ponis?
¡Pero,
hombre, por Dios, qué insensatez! Se le va a caer el pelo como se le ocurra
llamar “poni” a un caballo pequeño.
-Eh… ¿por si se molesta la Asociación de Gente que
va a Lomos de un Poni?
Esa
Asociación no existe; y si existe le da vergüenza reconocerlo públicamente. Nada
de eso; se le puede usted ganar porque la Asociación de Caballos Pequeños que
va a Lomos de Caballos de Estatura Media…
-Oiga, ¿sería usted tan
amable de decirme de una puta vez qué cojones pretende de nosotros la
Asociación de Gente Pequeña que se Traslada a Hombros de Otra Gente?
Por lo pronto,
una rectificación inmediata. Nuestros defendidos no “viven” encima de otra
gente, solo se trasladan en el marco de una transacción comercial cuyo ámbito
legal está perfectamente establecido. La gente pequeña paga un una determinada
cantidad de dinero a la gente de estatura media en concepto de gastos de
transporte. Realizado el trayecto, el señor pequeño se baja, y el señor de
estatura media o bien se dedica a sus quehaceres diarios, o bien espera en la
puerta al señor pequeño si este va a hacer un recado de corta duración, o bien
queda con él a una hora estipulada para recogerlo. A veces, el trasladado le
puede comprar al trasladante un paquete de tabaco o una palmera de chocolate en
concepto de dietas o regalías, todo ello de manera escrupulosamente legal y
sujeto a las retenciones vigentes. Por otra parte, en su difamatorio texto da a
entender que nuestros representados van de pie encima de la cabeza de otra
gente, e incluso se atreve a afirmar que se agachan cuando su socio pasa bajo
el quicio de una puerta. Tal afirmación es completamente descabellada. ¿Sabe lo
que tiene que juntar los pies un señor pequeño para mantenerse de pie encima de
la cabeza de otro señor, aunque, como usted dice en su abominable libelo,
“calce un 25”? Por no hablar de lo complicado que resulta mantener el
equilibrio en tales circunstancias. Tiene suerte de que la Asociación de Gente
Pequeña que hace Equilibrismo encima de la Cabeza de Otra Gente esté de gira en
estos momentos, si no se iba a enterar usted. Por último, pero no menos
importante, la insinuación de que la gente pequeña se entretiene en observar
los piojos del señor que tiene debajo puede acarrearle por sí sola una demanda
por injurias y calumnias. Sepa usted que nuestros representados suelen llevar
traje y corbata, y algunos hasta monóculo y bombín, y leen el Financial Times
mientras son trasladados del punto A al punto B por sus socios, que no habitúan
a ir tan bien vestidos pero tienen un porte más que digno y están completamente
desparasitados por muy temprano que se levanten, y esto es así desde los
tiempos de la ya extinta Asociación de Gente que Tira de una Cuadriga Ocupada
por una Torre Humana.
Así que, o se
retractan de sus palabras, o les metemos un puro que se van a cagar usted y
todos sus compañeros, usted primero.
Con nuestros
mejores deseos de que se la pique un pollo,
Augusto Bigudí
Borceguí, Bigudí
y Berbiquí Abogados
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