Está
lloviendo. Un CURA anciano deambula por la calle notablemente inquieto, casi
jadeante. Mira hacia todos lados, como buscando algo. Sus ojos se posan en un
bar abierto. Se dirige hacia allí.
2. BAR. INT. NOCHE.
El
local, de tonos ocres, está tenuemente iluminado. Hay unos pocos clientes en la
barra y otros en las escasas mesas que hay junto a la pared. El cura se santigua
y se queda en la puerta mirando a su alrededor, empapado. El BARMAN lo observa
con curiosidad.
BARMAN: ¿Puedo hacer algo por usted, padre?
El
cura duda antes de responder.
CURA: Estoy buscando a…
El
cura hace una pausa. Los presentes lo miran en silencio.
CURA: ¿A… alguno de ustedes ha visto… a Dios?
Los
parroquianos ríen quedamente. El cura está desconcertado.
BARMAN: Bueno, padre, lamento decirle que el Buen Señor no
es precisamente uno de mis clientes habituales.
CURA (después de
unos segundos): Pero… ¿no sabe dónde está? Alguien tiene que saberlo. Yo… (traga saliva) …llevo toda la vida
esperando este momento y… y…(agacha la
cabeza, con los ojos humedecidos).
BARMAN (amablemente):
Ande, acérquese, que le sirvo algo.
Desde
una mesa, dos hombres observan al cura. MANOLO, de poco más de 50 años, de
cabello más bien escaso y con bigote, bebiéndose un gin-tonic, y RAMÓN,
rondando los 40, rubio y bien peinado, con un botellín de cerveza en la mano.
RAMÓN (mirando al cura):
Pobre mamón.
MANOLO (molesto):
Eh, eh. Un respeto, que es un sacerdote, y además el pobre se acaba de llevar
un palo muy gordo.
RAMÓN: Ya te digo. Toda la vida rezando a un Dios que se
hace el tonto, y cuando por fin se muere…
MANOLO: Oye, Ramón, me da igual que seas ateo, pero me
toca mucho los cojones que hables así de Nuestro Señor.
RAMÓN: Agnóstico. Soy agnóstico.
MANOLO: Sí, bueno, lo que sea.
RAMÓN: No. Lo que sea, no. Que yo no digo que no haya
Dios, ojo. Lo único que digo es que, si existe, cuánto le cuesta ser sociable,
cojones.
MANOLO: Ya empezamos. Mira, Ramón, tú no tienes ni idea
de cómo es Dios.
RAMÓN: ¿Y tú? Oye, Manolo, ¿cuánto tiempo llevas muerto?
MANOLO: Yo qué sé. Lo mismo cuatro años, o cinco. El
tiempo es relativo, ¿no dicen eso? Sobre todo aquí. Aquí el tiempo es relativo
que te cagas (da un trago a su gin-tonic).
RAMÓN: ¿Y tú has visto al Creador alguna vez en todos
estos años? ¿O conoces a alguien que lo haya visto?
MANOLO: Ya sabes que no. Pero eso no quiere decir que no se
encuentre en alguna parte.
RAMÓN: ¿Dónde? ¿En su residencia de la costa?
MANOLO: Mira, Ramón. Estamos muertos, ¿verdad? A mí me
pegaron un tiro. Y tú… tú saltaste por el balcón de un décimo piso. Lo
recuerdas, ¿verdad?
RAMÓN: Cómo olvidarlo. Mi psicoanalista lo menciona cada
día. “A ver, Ramón, ¿usted por qué se quitó la vida? Si la vida era bella”. Hay
que joderse.
MANOLO: ¿Estás yendo al psicoanalista?
RAMÓN: Sí, sí. Empecé a ir hace dos semanas o tres, no
sé. A uno especializado en suicidas.
MANOLO (no sale de
su asombro): ¿Y… y de qué te sirve ahora?
RAMÓN: Bueno, en algo tendré que entretenerme. La muerte
es muy larga.
MANOLO: Volviendo al tema… ¿Qué te estaba contando?
RAMÓN: A ti te habían pegado un tiro, yo había saltado
por el balcón…
MANOLO: Ah, ya. Total, que nos hemos muerto y aquí
estamos. ¿Entiendes lo que te quiero decir?
RAMÓN: ¿Que esto es el Cielo? ¿A eso te refieres?
MANOLO: ¿Qué si no?
RAMÓN: ¿Cómo que qué si no? Oye, ¿sabes dónde desperté
después de matarme y de la luz al final del túnel y toda la marimorena? En una
cuneta. Y allí no apareció para recibirme ni San Pedro Bendito ni la madre que
lo parió.
MANOLO: ¿Y qué esperabas? Te quitaste la vida. Rechazaste
el regalo más preciado del Señor. A Él le sientan mal esas cosas, hombre.
RAMÓN: Precisamente. Me suicidé, así qué, ¿no debería
estar en el Infierno? ¿O es que el Creador ha modificado su código penal y no
nos hemos enterado?
MANOLO: ¿A ti esto te parece el Infierno?
RAMÓN: ¿Y a ti el Cielo?
MANOLO: Bueno, no puedo decir que me lo imaginara así, pero...
Un
borracho acodado en la barra se desliza y cae al suelo.
RAMÓN (mirando hacia el borracho): Hala, a dormir junto a los leones y las gacelas.
MANOLO: Entonces, según tú, ¿dónde estamos? ¿En el
Purgatorio?
RAMÓN: Podría ser. ¿O es que no has entrado al lavabo de este
antro?
MANOLO: Mira, no me calientes el tarro. Lo único que sé
es que aquí nadie sabe nada. Dejémoslo estar.
RAMÓN: Oye, ¿tú no eras detective?
MANOLO (enfatizando):
Inspector de policía. Detective… No hay detectives en la policía. ¿Tú en qué
mundo vives?
RAMÓN: Eso mismo es lo que me gustaría saber. ¿Nunca has
intentado…?
MANOLO: ¿Seguirle la pista al Señor? Sí, claro que estuve
investigando cuando llegué aquí, pero… (niega
con la cabeza)
RAMÓN: Ya. Tus pesquisas te llevaron a un callejón sin
salida. ¿No es eso lo que decís vosotros?
MANOLO: Yo no he dicho eso en mi puta vida. Oye, tú estás
muy mal, ¿eh?
RAMÓN: Así que ni rastro de Dios.
MANOLO: Ni de Dios, ni del Espíritu Santo, ni de San
Pedro Bendito.
RAMÓN: Y, a pesar de su reticencia a dejarse mostrar,
sigues creyendo en Él porque…
MANOLO: Porque tengo fe. ¿Nunca te han explicado qué es
la fe? La fe es… creer en algo, pero de verdad, ¿me entiendes? Sin medias
tintas. Creer en algo a saco.
RAMÓN: Ajá. ¿Eso es lo que le vas a decir si te
encuentras con Él alguna vez? (Golpeándose
el pecho con el puño cerrado) “Señor, creo en ti a saco”.
MANOLO: Si alguna vez lo veo… no sé, le daría las gracias
por darme la vida, supongo. Ya sé que tú no lo harías, porque crees que la que
te dio a ti era una mierda, pero…
RAMÓN: Y la vida después de la muerte también es una
mierda. ¿Sabes qué me gustaría? Me gustaría que alguien me invocara en una
sesión de espiritismo, y que me preguntara por el Más Allá. Me encantaría eso.
“Ramón, ¿puedes decirnos cómo es el Más Allá?”. ¿Sabes qué le contestaría? “¿El
Más Allá? El Más Allá es una puta mierda, hombre”. Qué asco, joder. Si pudiera
matarme otra vez, lo haría.
MANOLO: ¿Te estás escuchando? No puedes morir otra vez.
El alma es inmortal.
RAMÓN: Inmortal, sí. Inmortal e intangible, dicen. Pues a
mí me ha salido un forúnculo. Un forúnculo en el alma, hay que joderse. Y al
segundo o tercer día de llegar pisé una piedra y me torcí el tobillo. Estuve
una semana cojeando. Así que intangible, los cojones. Seguro que al final ni es
inmortal ni nada.
MANOLO: Oye, aquí no te sirve de nada pensar de una
manera lógica y racional. Los caminos de Dios es lo que tienen. Que son
inescrutables.
RAMÓN: ¿Conoces a alguien que haya muerto estando aquí?
MANOLO: No. No de viejo, ni de enfermedad, ni por accidente, ni nada de
eso. ¿Adónde quieres ir a parar?
RAMÓN: Escucha, ¿y si tu Dios se encontrara en el
siguiente nivel?
MANOLO: ¿Pero tú qué te has creído que es la otra vida?
¿Un puto videojuego?
RAMÓN: Oye, no voy a quedarme aquí el resto de la
eternidad sin hacer nada. Estoy muerto, y exijo una explicación (decidido). Voy a matarme otra vez,
hombre.
MANOLO: Mira que dices gilipolleces cuando estás borracho.
RAMÓN: No estoy borracho. ¿Guardas tu vieja pistola?
MANOLO: Claro, siempre la llevo encima. Pero, oye, ¿por
qué no te olvidas de la pistola y pruebas a ahorcarte? Si después de unos
minutos vemos que no pasa nada, te descuelgo y apenas te quedarán marcas.
RAMÓN: ¿Sabes cómo he deseado morir siempre, que no lo
puede hacer la primera vez? Aplastado por un piano. Aunque soy consciente de la
dificultad de todo el embolado. Tendríamos que enterarnos de alguien que se
mudara y que tuviera un piano, y que lo metiera por la ventana de su piso con
una polea.
MANOLO: ¿Qué me has dicho, que no estás borracho, o que
sí?
RAMÓN: Oye, ¿por qué no lo intentamos? Anda, pégame un
tiro.
MANOLO: ¿Ahora?
RAMÓN: Sí, ¿qué pasa? ¿No estás de humor?
MANOLO: Oye, oye, a mí no me metas. Si quieres matarte,
ya eres mayorcito, pero apáñatelas tú solo.
RAMÓN: (alarga la
mano hacia Manolo): Anda, dame la pistola.
MANOLO: Ramón, esto es absurdo.
RAMÓN: Que sí, hombre, que sí. Dame la pistola.
Manolo
suspira. Saca la pistola y se la pasa a Ramón, que quita el seguro y se la pone
en la sien.
BARMAN (a Ramón):
¡Oiga! ¿Qué coño está haciendo?
RAMÓN: Tranquilo, Bartolo. Es solo un experimento; será
un momentito.
BARMAN: ¿Y después quién lo va a limpiar? ¿Tu amigo?
Ramón
mira a Manolo.
MANOLO: A mí no me mires, que mañana quiero levantarme
temprano para ir a misa.
3. CALLEJÓN. EXT. NOCHE.
Ha
dejado de llover. Ramón tiene la pistola en la sien y los ojos fuertemente
cerrados. Traga saliva. Manolo se encuentra a cinco metros frente a él.
MANOLO (un tanto
nervioso): Apunta al pecho, mejor.
RAMÓN (abriendo un
ojo): ¿Eh?
MANOLO: Imagínate que falla. ¿Qué te hace pensar que
quiero cuidar de un puto tío inmortal con media cabeza el resto de la
eternidad?
RAMÓN: Ah (coge la
pistola con las dos manos y se apunta al centro del pecho).
MANOLO (impaciente):
Un poco más a la izquierda, joder.
RAMÓN: Oye, ¿qué quieres? Es solo la segunda vez que me
suicido. Y la primera no precisaba tanta técnica.
MANOLO: ¿Quieres acertar en el corazón, o no?
RAMÓN: Manolo, hazlo tú.
MANOLO: ¿Qué? Ni hablar.
RAMÓN: Venga, Manolo, tú sabes cómo va esto.
MANOLO: ¿El qué? ¿Lo de pegarle un tiro en el pecho a un
amigo? Pues no.
RAMÓN: Siempre hay una primera vez para todo.
MANOLO: No me hagas esto, Ramón.
RAMÓN: Lo que pasa es que no tienes huevos.
MANOLO (levantando
el dedo): No me calientes, Ramón, no me calientes.
RAMÓN: Cagón.
MANOLO: ¡Oye, que no tengo dieciséis años!
RAMÓN (ofreciendo
la pistola a Manolo): Venga, Manolo. Hazme ese favor. Será lo último que te
pida.
MANOLO: Ni siquiera eso me puedes asegurar.
Ramón
mira a Manolo con ojos suplicantes y con la pistola tendida. Manolo suspira y
coge la pistola a disgusto. Apunta a Ramón, que cierra los ojos y alza la
cabeza.
MANOLO: Ramón… (Ramón
vuelve a abrir un ojo). Que… que
para ser un hereje que sólo merece la hoguera, no eres mal tipo.
RAMÓN (conmovido):
Gracias, Manolo. Tú tampoco (vuelve a
cerrar los ojos con fuerza, temblando).
Manolo
aprieta los labios y dispara. Ramón se desploma. Manolo baja lentamente la
pistola, horrorizado. Ramón está agonizando.
MANOLO (corriendo
hacia Ramón): ¡Ramón! ¡Ramón! (se
arrodilla junto a Ramón). Ramón, dime algo. ¿Cómo estás?
RAMÓN (sin resuello):
Ahí andamos (tose).
MANOLO: ¿Qué sientes? ¿Ves algo?
RAMÓN: Hay… hay una luz al final de un túnel.
MANOLO: Coño, ¿otra vez?
RAMÓN: Me huele a mí que esto va a ser otra mierda (gime).
MANOLO: ¡Ramón! ¡ Ramón! (Ramón muere). Ramón…
4. CAMPO ABIERTO. EXT. DÍA.
Ramón
despierta como de un sueño, apoyado contra el tronco de un árbol. El día es
radiante; el silencio, absoluto. Cierra los ojos e inspira profundamente, con
una leve sonrisa en los labios. Parece en paz consigo mismo. Entonces, recibe
una pedrada en la frente.
RAMÓN (llevándose
las manos a la frente): Pero… ¡¡Coño!!
Abre
los ojos y ve a escasos metros de distancia a un NIÑO de unos 10 años con
pantalón corto parado frente a él.
RAMÓN: ¡Niño!
¡En tu puta madre me cago!
NIÑO (a todas luces
escasamente arrepentido): Perdone. No sabía si estaba…
RAMÓN (levantándose):
Ya, ya. Joder. Oye, niño, ¿tú sabes dónde estamos?
NIÑO: En… ¿el campo?
RAMÓN: Cojonudo.
Manolo
aparece detrás de Ramón, un tanto soliviantado.
MANOLO: ¡Ramón!
RAMÓN (se lleva un
susto de muerte): ¡Hostia! (ve a Manolo).
¡Manolo! ¿Qué coño haces tú aquí?
MANOLO: No sé, me entró pánico y, bueno, me… me volé la
cabeza.
RAMÓN (molesto):
Ah, conque la cabeza. Tu sí, ¿no? Yo no puedo volarme la cabeza, pero tú sí. Yo
tengo que recibir un disparo en el pecho. ¿Tú sabes el mal rato que he pasado,
lo que duele eso, cojones?
MANOLO: Hombre, ya que he visto que funcionaba, he ido a
lo seguro.
RAMÓN: A lo seguro, a lo seguro… ¡Contento me tienes!
MANOLO: Bueno, ¿dónde estamos?
RAMÓN: Y yo qué sé (al
niño): Chaval, ¿Dios está por aquí?
NIÑO: ¿Quién?
RAMÓN: Dios. Uno así con barbas.
El
niño encoge los hombros.
MANOLO: Pero, hombre, dale más datos.
RAMÓN (no muy
convencido): Así, con una túnica blanca… que siempre va en sandalias…
vamos, digo yo…
NIÑO: No me suena. Vivo en un pueblo pequeño, y allí se
conoce todo el mundo.
RAMÓN (para sí):
Anda que estamos aviados.
MANOLO: ¿Y ahora qué hacemos?
RAMÓN: ¿Tienes la pistola?
MANOLO: Pero, hombre, ¿otra vez?
RAMÓN (suspira):
Niño, ¿queda muy lejos tu pueblo?
NIÑO: Que va. Aquí al lado.
RAMÓN (a Manolo): Vamos a tomar algo y luego ya veremos.
(Al niño) ¿Nos llevas allí?
El
niño asiente y echa andar. Manolo y Ramón lo
siguen.
RAMÓN (mientras se
alejan): Así que un tiro en la cabeza. ¿Sentiste algo?
MANOLO: No, que va. Fue algo instantáneo.
RAMÓN: Serás cabrón.
1 comentario:
Este año como cada año, nuestro tren parara en alguna estación, depende de cada uno de nosotros dejar ir a la tristezas, miedos, frustraciones, malos momentos, desamor. Agradece a cada uno de ellos.. su compañía y sus enseñanzas, aunque hayan sido dolorosas, déjalos ir, déjalos bajar de este tren. Deseo que en esta parada, a tu tren suban miles de bendiciones, sueños alcanzables, amor, abundancia, fuerza y determinación para seguir tu viaje.
Hoy en mi vagón quedaran puestos desocupados y espero te sientes a mi lado para compartir junt@s este nuevo viaje. FELIZ NUEVO COMIENZO EN ESTE AÑO 2015!!!
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