Un blog de sangreybesos, el Mayor Experto Mundial en Nada en Particular
domingo, 23 de noviembre de 2014
El Sr. X, el café y las serpientes
Para el señor Fulano Equis, el subconsciente es un pretendiente no
deseado, en exceso baboso y con los dientes ligeramente torcidos, aunque
demasiado tímido como para confesar abiertamente su deseo de apagar cigarrillos
en sus nalgas. De todos los elementos que conformaban la estructura general de
su existencia, por lo demás tan pulcra y bien apuntalada, el subconsciente
ocupa el rincón más húmedo y polvoriento de la estancia y, a ojos de su
propietario, resulta tan inadecuado como un microondas en una mansión
victoriana o un bote de propinas en un local de alterne. Cierta vez, durante
una acalorada discusión acerca del presupuesto del nuevo ascensor, el
psicoanalista que vive en el 5º C le dijo al Sr. X que el subconsciente era un
ingrediente esencial para una vida mental sana, y este le preguntó si no estaba cansado de retirar los muebles para analizar la composición del polvo. La
descripción “mamporrero psíquico” también salió a relucir durante la
conversación, y no solo hubo que convocar una segunda asamblea para discutir el
presupuesto del nuevo ascensor, sino que el Sr. X y su vecino el psicoanalista
jamás volvieron a prestarse tomates para el sofrito ni a devolverse las cartas
cuando el cartero se equivocaba de buzón. Sin embargo, muy de higos a brevas y
siempre cuando el Sr. X se deja acunar a regañadientes en los no siempre firmes
brazos de Morfeo, su subconsciente ensaya discretos intentos de reconciliación,
que son rechazados tajantemente por el objeto de su deseo con frío desdén y dos
tazas de café mañanero. Uno de aquellos desdichados intentos tuvo el siguiente
desarrollo: El Sr. X soñó que dejaba su bien encapsulado puesto de auxiliar
administrativo y decidía abrir un local de restauración llamado Café con Serpientes.
La Sra. X protesta enérgicamente y dice que ella preferiría abrir otro que se
llamara “Showarmaggedón. The Ultimate Showarma Experience”, porque en el sueño
del Sr. X su mujer estaba logrando unos progresos en su cursillo de inglés para
mayores altamente improbables en su vida de vigilia. El Sr. X, impertérrito, se
empecina en su proyecto empresarial, que consiste en una cafetería decorada con
jaulas de serpientes, algunas venenosas, otras no; algunas jaulas bien
cerradas, otras abiertas o rotas. “Imagínense a un cliente que entra a tomar un
café y no sabe a ciencia cierta si va a salir de allí con vida”, expone el Sr.
X en una reunión de potenciales inversores que resulta ser un éxito; un magnate
de la industria del café sugiere abrir una franquicia, el propietario de un
zoológico accede a rebajar el precio de algunas serpientes que le sobran. La
inauguración resulta un clamoroso triunfo, con cientos de clientes haciendo
cola para tomarse un capuchino mientras se juegan el pellejo. Una reportera de
la televisión local entrevista al Sr. X en el exterior de la cafetería. “Deben
gustarle mucho las serpientes”, dice la entrevistadora. “La verdad es que las
serpientes nunca me han interesado demasiado”, contesta el Sr. X, “pero me
gusta el café”. La reportera se da cuenta de que ha quedado como una imbécil y
decide repetir la entrevista. En ese momento, el misericordioso despertador del Sr. X le lanza
una liana a la que agarrarse. Dos minutos después, Café con Serpientes ha
desparecido totalmente cañería abajo, acompañado de una generosa ración de
legañas.
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